Por Telésforo
De martes a sábado, dos brigadas de
diez hombres se encargan de las labores de mantenimiento del “Parque del Este” de Ámsterdam (Holanda),
un hecho que pasaría inadvertido, si no fuera porque esos hombres son alcohólicos y la entidad que los emplea les ofrece cerveza como
pago.
Tras 35 años de trabajo en el ámbito
de lo social, la fundación holandesa De
Regenboog ('El Arcoiris') dirige un proyecto tan pionero como heterodoxo en
el tratamiento del alcoholismo.
"Llegan a las nueve y les damos dos cervezas, un sandwich y medio
paquete de cigarrillos antes de comenzar con las tareas de limpieza",
dijo a Efe la portavoz de la organización, Jasperine Schupp, en una entrevista.
Durante la jornada, los beneficiarios de este programa (bebedores crónicos que en
su mayoría son personas sin hogar o sufren desórdenes psiquiátricos) reciben
tres dosis más de alcohol, una comida caliente y 10 euros en concepto de
honorarios. "Por supuesto que hemos
recibido críticas, pero lo cierto es que el acercamiento que proponemos a esta
enfermedad es tan pragmático como efectivo", explicó Schupp. Según la
responsable, "la policía y los
vecinos nos apoyan porque ven que las personas que antes bebían en el parque
ahora están ocupadas y se comportan mejor". Sin embargo, la entidad
reconoce que ninguno de los usuarios del programa ha dejado de consumir
alcohol, "aunque son libres de
unirse a otras iniciativas", señaló la portavoz. "Si no fuera por este trabajo, seguirían
yendo al supermercado a las ocho de la mañana para comprar cerveza y llevársela
al parque", afirmó Schupp. "Ahora
beben menos, tienen motivaciones y son más conscientes de su enfermedad",
sentenció.
Según datos de la Organización Mundial
de la Salud (OMS), la
Unión Europea (UE) es la región del mundo con mayor consumo
etílico, lo que convierte al alcohol en el segundo factor de riesgo de
mortalidad en la zona, solo por detrás del tabaquismo.
Esta organización sitúa a Holanda ligeramente por debajo de la media regional
en la ingesta de alcohol puro al año (9,34 litros frente a
9,60 de media europea, según los últimos datos disponibles, de 2010), aunque,
lejos de decrecer, esos registros rondan los mismos valores desde hace casi
cuatro décadas.
Si bien no existen precedentes del
caso del “Parque del Este”, lo cierto
es que la población holandesa de Nimega acogió en 2009 la primera edición de un
proyecto igualmente insólito sobre tratamiento de adicciones. "Ofrecimos más de 1.200 euros a los pacientes
que, durante seis meses, demostraran que no habían consumido cocaína, pero
tampoco alcohol", declaró el profesor de la Universidad de Gante,
Wouter Vanderplasschen, especialista en psicología y drogodependencias. "Fue muy efectivo porque quienes participaron
acabaron siendo tres veces menos propensos a recaer y por eso hoy el proyecto
sigue adelante", señaló, pues "no solo importa la recompensa económica, sino las metas que se plantean
con ese estímulo y si consiguen reorganizar sus vidas". En su opinión,
el proyecto de Ámsterdam "no servirá
para que los alcohólicos dejen de beber".
Seis décadas después de penetrar en
Europa, Alcohólicos Anónimos (AA) encarna hoy la versión más hegemónica de la
lucha contra esta enfermedad en todo el continente. En torno a 5.000 personas
se reúnen semanalmente en Holanda y cerca de 4.000 lo hacen en Bélgica, según
estimaciones ofrecidas por la organización, que voluntariamente se niega a
llevar un recuento de sus usuarios. "Nuestro
primer objetivo es permanecer sobrios", indicó la coordinadora de uno
de los cuarenta grupos que hay en Bruselas, que pidió mantener el anonimato. La
organización tiene por norma no opinar sobre cuestiones externas, pero a
diferencia del programa amsterdamés, el proyecto de AA pasa por la abstinencia
total. La terapia de AA sigue regularmente el mismo esquema: tras una primera
ronda dedicada a compartir sus preocupaciones semanales, los participantes
discuten en la intimidad del grupo cuestiones de autoestima y bienestar,
siempre acompañados por cafés, zumos o dulces. "No somos un número fijo de personas, pero yo procuro venir siempre
porque este es mi sitio y aquí estoy rodeada de amigos", declaró un
participante, que pidió no ser identificado.
"Cada uno de nosotros ha tenido su propio recorrido, pero todos sabemos
que ante el alcohol hay que capitular: yo, si no hubiera acudido aquí, habría
muerto", sentenció la coordinadora del grupo.
[Texto intervenido]