quien evita una pasión y su remolino
de emociones…”
Pablo Neruda
Tal día como hoy, hace 14 años, moría en Lyon, donde había establecido su residencia, Anna Moana Rosa Pozi, más conocida como Moana Pozzi.
Víctima de una dolencia que acabó con ella en cuestión de meses; desaparecía de esta manera a los 33 años, en pleno esplendor de su belleza y también de su carrera profesional, ambas estrechamente emparejadas, igualmente singulares e irrepetibles ambas también.
Nacida en Génova el 27 de Abril de 1961 en el seno de una respetable familia de clase media y muy primorosa y católicamente educada en las buenas costumbres, nada en su vida parecía anticipar que un buen día fuera a iniciar una fulgurante carrera de actriz que muy pronto la convertiría en una popularísima "pornostar".
Sus compañeros de reparto la solían retratar como una mujer interesada y fría, capaz de estar limándose las uñas durante el rodaje de una escena de sexo si el encuadre de la cámara se lo permitía.
También fue perseguida, tanto judicialmente, por cuestiones de escándalo público y obscenidad, como por las feministas, que la acusaban de ser una mujer objeto.
—Las feministas (qué estúpidas) —se defendía— me acusan de ser una mujer objeto porque en mi trabajo de pornostar me presto a todas las fantasías de los hombres (que también pueden ser las de las mujeres). Yo en cambio no me siento usada y me resulta placentero representar el sexo en todas sus formas. Para mi la mujer objeto es el ama de casa que lava, cose, plancha y cocina para la familia, muy a menudo con escasas satisfacciones.
Su público, en cambio, la adoraba incondicionalmente.
Un público amplio y variado, sin duda, entre el que se incluía el polifacético intelectual Umberto Eco, quien recomendaba acudir al espectáculo de la diva si uno/a se sentía en la necesidad de ampliar nociones acerca de la cuestión erótica.
La primera vez que tuve noticia suya fue en una comedia italiana que ponían en alguna tele y de la que su turbadora presencia es la única cosa que recuerdo.
En un momento dado aparecía desnuda frente a la cámara, primero de pie, apoyada contra la pared, y luego en cuclillas, estática y en silencio, mirando indiferente al objetivo en lo que era una prolongada exhibición.
Aquello fue suficiente para que empezara una búsqueda que no era a ciegas, precisamente, pero sí bastante errática, sin siquiera el dato de un nombre; hasta que años después reapareció en un vídeo porno en lo que lo único brillante era su ahora todavía más turbadora presencia.
Estaba claro que mediaban algunos años y muchas cosas entre una y otra aparición, pero allí estaba otra vez y también se podía ver que en el intervalo había crecido.
En cuanto a aquellas películas, estaba claro que en aquellas encerronas la única posibilidad de brillar y destacarse era ser como ella, sencillamente, ya que la masiva y sofocante sordidez ambiental hacía que se esfumara cualquier otra cosa que únicamente fuera conato y no algo con un sentido bien autónomo y firme.
Desde este punto de vista Moana Pozzi destacaba con una luz propia que la sitúa en primera fila dentro del rango de figuras excepcionales de este panorama expresivo, junto a otros personalidades de las que quizás se podrá tratar en otra ocasión, haciendo de ella la diva que sigue siendo.
Dentro de la progresión de su carrera, tampoco faltó una breve incursión en el extrañísimo panorama de la política italiana (!!!), junto a Ilona Staller, más conocida como Cicciolina, y que pasó sin otra pena ni gloria que servir para aumentar aún más su ya bien significativa popularidad.
Y el siguiente paso en esta progresión fue el salto a Estados Unidos, lo que supuso una mejora sustancial de su cotización profesional, sin duda, así como una mejora aparente en la calidad de las producciones en las que intervino.
Una mejora aparente, ya que nada nuevo ni más interesante añadió a su bien establecida significación icónica.
Desde lo que uno conoce, de ese periodo hay un único plano que consigue trascender la característica monotonía industrial del sistema de producción norteamericano, para convertirse en algo revelador; y que tiene todos los visos de ser un "accidente", algo completamente ajeno a las romas condiciones de ese tipo de planificación.
En un momento dado resulta que la cámara sigue en funcionamiento después del rodaje de una escena, de modo que se puede ver a sus participantes, 2 ó 3 hombres y alguna mujer, mientras se recuperan en el set, tumbados y sesteando aquí y allá por los sofás.
Tras una pausa larga, la cámara se mueve hacia abajo, tanteando para ajustar el encuadre, centrándose en la única figura que yace en el suelo y que es también la única que da muestras de estar despierta: Moana, que está recostada y con la cabeza apoyada sobre un brazo como si estuviera a la espera, dispuesta para continuar.
Moana repara en el movimiento y luego de hacer un gesto cómplice con la mirada, dirigido en primera instancia al operario de la cámara, modifica la posición de su pierna para ofrecer un plano más completo de sus muslos y trasero.
Aparte de este hallazgo, aun a pesar de su precariedad técnica y de medios, unida a su inapelable crudeza de planteamientos, sin duda que la parte más significativa de la producción de Moana Pozzi es la que hace en Europa; muy seguramente y también muy precisamente porque tales condiciones hacen que emerja con más claridad lo que de singularmente carismático tenía ésta que no dudaré en calificar de artista, ya que no de actriz.
—Muchos me dicen: "Eres una puta, una prostituta pública". No me importa lo que la gente piense de mí, aunque tampoco veo nada grave en ser una puta.
Lo que parece imposible negarle es que, fiel a su divisa:"Vive como si tuvieras que morir mañana y piensa como si nunca tuvieras que morir", Moana Pozzi se volcó de lleno en conquistar su independencia, que pasaba por ganar mucho dinero.
—Me gusta contemplarlo, tocarlo, gastarlo e ingresarlo en el banco (es de buen genovés ser ahorrador). Es para mí el medio para poder hacer y tener casi todas las cosas que deseo. Sin dinero no me siento tranquila ni feliz.
Para ella pecado eran otras cosas.
—Para mí lo prohibido es: No experimentar todo eso que nos produce curiosidad, tener demasiada confianza en los demás, no saberse dejar llevar por los sentimientos y las pasiones, no mantener el propio cuerpo en buena forma, maltratar los animales y las plantas, dejarse atrapar por la tristeza más de una vez a la semana…
3 eran sus mayores temores: el sufrimiento físico, envejecer y depender afectivamente de alguien.
—Pienso en la vejez con horror y no consigo encontrarle ningún aspecto agradable o constructivo. Las únicas cosas que me trae a la mente son la decadencia física y la muerte.
En cuanto a la muerte:
—Morir no me causa temor, sólo temo el sufrimiento físico. Cuando suceda, deseo ser incinerada, no quiero funerales, lápidas ni fotografías. Mis cenizas habrán de ser esparcidas en el mar.
En el lugar donde fue concebida y del que sus padres tomaron su nombre para bautizarla, Moana, ya que en hawaiano significa "mar abierto", "océano".
Recuperado (sin autorización) de Digital Delirio Diario (http://jm-ddd.blogspot.com/) y subido, originalmente, el 15 de septiembre de 2007. Homenaje al amigo JM Zavala, extraviado en los meandros de la vida.