domingo, 30 de mayo de 2010

PARA SIEMPRE...

“Muere lentamente
quien evita una pasión y su remolino
de emociones…”

Pablo Neruda


Tal día como hoy, hace 14 años, moría en Lyon, donde había establecido su residencia, Anna Moana Rosa Pozi, más conocida como Moana Pozzi.

Víctima de una dolencia que acabó con ella en cuestión de meses; desaparecía de esta manera a los 33 años, en pleno esplendor de su belleza y también de su carrera profesional, ambas estrechamente emparejadas, igualmente singulares e irrepetibles ambas también.

Nacida en Génova el 27 de Abril de 1961 en el seno de una respetable familia de clase media y muy primorosa y católicamente educada en las buenas costumbres, nada en su vida parecía anticipar que un buen día fuera a iniciar una fulgurante carrera de actriz que muy pronto la convertiría en una popularísima "pornostar".


—Recuerdo mi infancia como un periodo tranquilo y sin problemas —declaraba la actriz—. Mis padres eran afectuosos y atentos a mis necesidades y a las de mi hermana Mima, dos años más joven que yo. Mi madre me ayudaba a corregir mis deberes y se preocupaba de que siempre estuviéramos formales y bien vestidas. Mi padre procuraba aconsejarme buenas lecturas, todos los domingos nos llevaba a misa y luego a comprar la pasta. Entre nosotros había una gran armonía, pero ¡cuidado con hablar de sexo! Era el único tema tabú. Cuando empecé a interesarme por los chicos obviamente la atmósfera cambió, y se volvieron posesivos y severos, aterrorizados de que yo pudiera mantener relaciones sexuales. No me permitían salir por la noche y yo me escapaba por la ventana, me prohibían leer libros picantes (Moravia era considerado obsceno) y yo lo hacía a escondidas, me obligaban a vestirme de colegiala y yo, en cuanto salía de casa, corría a lo de una amiga a ponerme tacones altos. ¡No veía la hora de hacerme mayor y ser finalmente libre!

Sus compañeros de reparto la solían retratar como una mujer interesada y fría, capaz de estar limándose las uñas durante el rodaje de una escena de sexo si el encuadre de la cámara se lo permitía.

También fue perseguida, tanto judicialmente, por cuestiones de escándalo público y obscenidad, como por las feministas, que la acusaban de ser una mujer objeto.

—Las feministas (qué estúpidas) —se defendía— me acusan de ser una mujer objeto porque en mi trabajo de pornostar me presto a todas las fantasías de los hombres (que también pueden ser las de las mujeres). Yo en cambio no me siento usada y me resulta placentero representar el sexo en todas sus formas. Para mi la mujer objeto es el ama de casa que lava, cose, plancha y cocina para la familia, muy a menudo con escasas satisfacciones.

Su público, en cambio, la adoraba incondicionalmente.

Un público amplio y variado, sin duda, entre el que se incluía el polifacético intelectual Umberto Eco, quien recomendaba acudir al espectáculo de la diva si uno/a se sentía en la necesidad de ampliar nociones acerca de la cuestión erótica.

La primera vez que tuve noticia suya fue en una comedia italiana que ponían en alguna tele y de la que su turbadora presencia es la única cosa que recuerdo.

En un momento dado aparecía desnuda frente a la cámara, primero de pie, apoyada contra la pared, y luego en cuclillas, estática y en silencio, mirando indiferente al objetivo en lo que era una prolongada exhibición.

Aquello fue suficiente para que empezara una búsqueda que no era a ciegas, precisamente, pero sí bastante errática, sin siquiera el dato de un nombre; hasta que años después reapareció en un vídeo porno en lo que lo único brillante era su ahora todavía más turbadora presencia.

Estaba claro que mediaban algunos años y muchas cosas entre una y otra aparición, pero allí estaba otra vez y también se podía ver que en el intervalo había crecido.

En cuanto a aquellas películas, estaba claro que en aquellas encerronas la única posibilidad de brillar y destacarse era ser como ella, sencillamente, ya que la masiva y sofocante sordidez ambiental hacía que se esfumara cualquier otra cosa que únicamente fuera conato y no algo con un sentido bien autónomo y firme.

Desde este punto de vista Moana Pozzi destacaba con una luz propia que la sitúa en primera fila dentro del rango de figuras excepcionales de este panorama expresivo, junto a otros personalidades de las que quizás se podrá tratar en otra ocasión, haciendo de ella la diva que sigue siendo.

Dentro de la progresión de su carrera, tampoco faltó una breve incursión en el extrañísimo panorama de la política italiana (!!!), junto a Ilona Staller, más conocida como Cicciolina, y que pasó sin otra pena ni gloria que servir para aumentar aún más su ya bien significativa popularidad.

Y el siguiente paso en esta progresión fue el salto a Estados Unidos, lo que supuso una mejora sustancial de su cotización profesional, sin duda, así como una mejora aparente en la calidad de las producciones en las que intervino.

Una mejora aparente, ya que nada nuevo ni más interesante añadió a su bien establecida significación icónica.

Desde lo que uno conoce, de ese periodo hay un único plano que consigue trascender la característica monotonía industrial del sistema de producción norteamericano, para convertirse en algo revelador; y que tiene todos los visos de ser un "accidente", algo completamente ajeno a las romas condiciones de ese tipo de planificación.

En un momento dado resulta que la cámara sigue en funcionamiento después del rodaje de una escena, de modo que se puede ver a sus participantes, 2 ó 3 hombres y alguna mujer, mientras se recuperan en el set, tumbados y sesteando aquí y allá por los sofás.

Tras una pausa larga, la cámara se mueve hacia abajo, tanteando para ajustar el encuadre, centrándose en la única figura que yace en el suelo y que es también la única que da muestras de estar despierta: Moana, que está recostada y con la cabeza apoyada sobre un brazo como si estuviera a la espera, dispuesta para continuar.

Moana repara en el movimiento y luego de hacer un gesto cómplice con la mirada, dirigido en primera instancia al operario de la cámara, modifica la posición de su pierna para ofrecer un plano más completo de sus muslos y trasero.


Aparte de este hallazgo, aun a pesar de su precariedad técnica y de medios, unida a su inapelable crudeza de planteamientos, sin duda que la parte más significativa de la producción de Moana Pozzi es la que hace en Europa; muy seguramente y también muy precisamente porque tales condiciones hacen que emerja con más claridad lo que de singularmente carismático tenía ésta que no dudaré en calificar de artista, ya que no de actriz.

—Muchos me dicen: "Eres una puta, una prostituta pública". No me importa lo que la gente piense de mí, aunque tampoco veo nada grave en ser una puta.



Lo que parece imposible negarle es que, fiel a su divisa:"Vive como si tuvieras que morir mañana y piensa como si nunca tuvieras que morir", Moana Pozzi se volcó de lleno en conquistar su independencia, que pasaba por ganar mucho dinero.

—Me gusta contemplarlo, tocarlo, gastarlo e ingresarlo en el banco (es de buen genovés ser ahorrador). Es para mí el medio para poder hacer y tener casi todas las cosas que deseo. Sin dinero no me siento tranquila ni feliz.

Para ella pecado eran otras cosas.

—Para mí lo prohibido es: No experimentar todo eso que nos produce curiosidad, tener demasiada confianza en los demás, no saberse dejar llevar por los sentimientos y las pasiones, no mantener el propio cuerpo en buena forma, maltratar los animales y las plantas, dejarse atrapar por la tristeza más de una vez a la semana…

3 eran sus mayores temores: el sufrimiento físico, envejecer y depender afectivamente de alguien.

—Pienso en la vejez con horror y no consigo encontrarle ningún aspecto agradable o constructivo. Las únicas cosas que me trae a la mente son la decadencia física y la muerte.


En cuanto a la muerte:

—Morir no me causa temor, sólo temo el sufrimiento físico. Cuando suceda, deseo ser incinerada, no quiero funerales, lápidas ni fotografías. Mis cenizas habrán de ser esparcidas en el mar.

En el lugar donde fue concebida y del que sus padres tomaron su nombre para bautizarla, Moana, ya que en hawaiano significa "mar abierto", "océano".


Recuperado (sin autorización) de Digital Delirio Diario (http://jm-ddd.blogspot.com/) y subido, originalmente, el 15 de septiembre de 2007. Homenaje al amigo JM Zavala, extraviado en los meandros de la vida.


jueves, 27 de mayo de 2010

Bicentenario



Por Paloma Auriti



La libertad es parte un proceso que no empezó en 1810 ni ha terminado aún.

Reducir la fecha al 25 de mayo nos puede hacer olvidar las acciones realizadas mucho tiempo antes (que permitieron la independencia) y nos puede hacer perder de vista la responsabilidad de lo qué aún no hemos conseguido ni otorgado.

A doscientos años de la gloriosa liberación de España no se han restituido los derechos de los dueños de la tierra ni se han reparado los daños ocasionados.

Los pueblos originarios, ¿podrán festejar alguna vez su bicentenario?

Las instituciones que lideraron las masacres más bárbaras, como intentar despojar al ser humano de sus derechos a las tierras, la identidad, la religión o las ideas ya no son excusa para que sigamos actuando de la misma forma, por acción u omisión. Si en un momento no fuimos culpables, ahora, después de doscientos años, ¿en qué lugar nos pone seguir callando las injusticias?

Sartre dijo que un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él. Nosotros podemos decir que un país es lo que hace aún con lo que hicieron de él.

Es curioso ver que el origen de la palabra libertad tiene la misma raíz de crecer, desear y amar. Podemos pensar que alguien es libre cuando tiene la libertad de desearse (y consecuentemente conseguir) cosas para sí mismo y para los demás. Esto nos lleva a pensar qué cosas hemos conseguido, qué deseamos y cuánto hacemos por el deseo de todos los argentinos.

¿Podrá haber libertad sin amor, sin crecimiento?

¿Somos libres si quién está a nuestro lado no es oído en sus reclamos?

Festejemos el habernos emancipados de España pero sigamos trabajando para independizarnos de nosotros mismos, de nuestras miserias de nuestros egoísmos, sólo así seremos realmente libres.

Mientras pongamos excusas para no reparar los daños, seguiremos produciéndolos, con el agravante de que ya no estamos a la sombra de las instituciones que lideraron los saqueos y matanzas, sólo estamos a la sombra de nuestras conciencias.

Podemos festejar 200 años de un proceso de independencia, pero ser concientes de las cadenas que nos faltan romper.

Festejemos el valor de quienes iniciaron estos pasos de independencia, hace más de 200 años, no nos durmamos en los laureles, que son tan efímeros como los espejismos y la gloria. Sigamos haciendo patria soberana y libre, de los de afuera y de nuestros egoísmos.

El Bicentenario es la oportunidad histórica para generar el acto de reivindicación de las naciones originarias. ¿Cuándo podrán ellos festejar su bicentenario?



martes, 25 de mayo de 2010

¡CUIDADO!: ADOLESCENTES


Ninguna otra especie tiene adolescentes. ¿Por qué entonces los humanos se pasan alrededor de una década de sufrimiento ocultos bajo sus capuchas? David Bainbridge, de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, dice que hay dos pistas importantes. La primera es el momento en que surgió la adolescencia.

La evidencia de crecimiento en los huesos y dientes de los hominidos fosilizados indica que la adolescencia emergió en un período entre los 800 y 300 mil años atrás. Esto, señala, antecede en "un período fascinantemente breve" al gran salto de tamaño del cerebro humano, cuando el cerebro de nuestros antepasados experimentó su última gran expansión hasta alcanzar su tamaño actual.

La segunda pista procede de la neurobiología y el estudio por imágenes del cerebro, que revelan que durante la adolescencia se produce una reorganización general del cerebro.

Para Bainbridge, la adolescencia no es tanto el período en que se concreta la madurez sexual sino aquel en el que se desarrolla una mente capaz de negociar el paisaje psicológico y social que diferencia tanto la vida humana de la del resto de los animales.

"Sin adolescencia nunca nos hubiéramos convertido en humanos plenos", afirma Bainbridge.

martes, 18 de mayo de 2010

¡A tapar, a tapar!




Por Sinead O´Connor


DUBLIN.- Cuando era niña, Irlanda era una teocracia católica. Si se acercaba un obispo por la calle, la gente se apartaba para dejarle paso. Si asistía a un acontecimiento deportivo, el equipo se aproximaba a arrodillarse y besarle el anillo. Si alguien cometía un error, en vez de decir "nadie es perfecto", decíamos: "Podría pasarle hasta a un obispo".

Esta última frase era más certera de lo que imaginábamos. Hace unos días, el papa Benedicto XVI escribió una carta personal en la que pedía perdón -por decir algo- a Irlanda por los decenios de abusos sexuales a menores que cometieron unos sacerdotes en los que se suponía que debían confiar esos niños. Para muchos irlandeses, esa carta del Papa es un insulto no sólo a nuestra inteligencia, sino a nuestra fe y a nuestro país. Para entender por qué, hay que tener en cuenta que los irlandeses hemos sufrido una variante brutal del catolicismo, basada en la humillación de los niños.

Yo lo viví en persona. Cuando era niña, mi madre -una madre maltratadora y todo lo contrario de lo que debe ser una buena madre- me animaba a que robara en las tiendas. En una ocasión me atraparon y pasé 18 meses en el Centro de Formación An Grianan, una institución para niñas con problemas de conducta en Dublín, por recomendación de una trabajadora social. An Grianan era una de las hoy tristemente famosas "lavanderías de las Magdalenas", patrocinadas por la Iglesia, que albergaban a adolescentes embarazadas y a jóvenes poco dóciles. Trabajábamos en el sótano, lavando la ropa de los curas en fregaderos con agua fría y pastillas de jabón. Estudiábamos matemáticas y mecanografía. Teníamos poco contacto con nuestras familias. No cobbamos ningún sueldo. En mi caso, por lo menos, una de las monjas fue buena conmigo y me regaló mi primera guitarra.

An Grianan era un producto de la relación del gobierno irlandés con el Vaticano; la Iglesia gozó de una posición especial, reconocida en nuestra Constitución hasta 1972. Todavía en 2007, el 98% de los colegios irlandeses estaba en manos de la Iglesia Católica. Pero los colegios para niños difíciles han estado siempre plagados de castigos corporales salvajes, maltratos psicológicos y abusos sexuales. En octubre de 2005, un informe encargado por el Gobierno identificó más de cien acusaciones de abusos sexuales cometidos por sacerdotes entre 1962 y 2002 en Ferns, un pueblo a unos cien kilómetros al sur de Dublín. La policía no investigó a los sacerdotes acusados; se dijo que padecían un "problema moral". En 2009, un informe similar involucró a los arzobispos de Dublín en la ocultación de varios escándalos de abusos sexuales entre 1975 y 2004.

¿Por qué se toleraba esa conducta criminal? Según el informe de 2009, el "importantísimo papel que ha desempeñado la Iglesia en la vida irlandesa es el motivo por el que se consintió que no se pusiera fin a los abusos cometidos por una minoría de sus miembros".

A pesar de la larga relación de la Iglesia con el gobierno irlandés, la carta en la que el papa Benedicto pide, teóricamente, perdón no asume ninguna responsabilidad por las infracciones de los curas irlandeses. Dice que "antes, la Iglesia en Irlanda debe reconocer ante el Señor y ante los otros los graves pecados cometidos contra unos niños indefensos". ¿Qué hay de la complicidad del Vaticano en esos pecados?

En su texto, Benedicto da la impresión de que se ha enterado hace poco de los abusos. Se presenta como una víctima más: "No tengo más remedio que compartir la desolación y la sensación de traición que habéis experimentado tantos de vosotros al saber de estos actos pecaminosos y criminales y de cómo se ocuparon de ellos las autoridades eclesiásticas en Irlanda". Sin embargo, la carta de infausta memoria que envió Benedicto en 2001 a los obispos de todo el mundo les ordenaba guardar secreto sobre las acusaciones de abusos sexuales so pena de excomunión. Es decir: actualizaba una perniciosa política de la Iglesia, expresada en un documento de 1962, que establecía que tanto los sacerdotes acusados de delitos sexuales como sus víctimas debían "observar el más estricto secreto" y "atenerse a un silencio eterno".

Benedicto, entonces Joseph Ratzinger, era cardenal cuando escribió esa carta. Hoy, cuando ocupa el sillón de San Pedro, ¿vamos a creer que su opinión ha cambiado? ¿Y vamos a conformarnos ante las recientes revelaciones de que en 1996 se negó a destituir a un sacerdote acusado de haber abusado de hasta 200 niños sordos en el Estado norteamericano de Wisconsin?

La carta de Benedicto afirma que su preocupación es "sobre todo, ayudar a sanar a las víctimas". Sin embargo, les niega lo que podría sanarlas: una confesión inequívoca del Vaticano de que ocultó los abusos y de que ahora está tratando de ocultar el ocultamiento. Asombrosamente, el Papa invita a los católicos a "ofrecer vuestro ayuno, vuestras oraciones, vuestra lectura de las Escrituras y vuestras obras de misericordia para obtener la gracia de la curación y la renovación de la Iglesia de Irlanda". Y sugiere, cosa aún más asombrosa, que las víctimas irlandesas pueden sanar acercándose más a la Iglesia, la misma Iglesia que exigía votos de silencio a los niños víctimas de los abusos, como ocurrió en 1975, en el caso del padre Brendan Smyth, un sacerdote irlandés que más tarde acabó en la cárcel por delitos sexuales repetidos. Muchos irlandeses, cuando se nos pasó la risa, nos dijimos que la idea de que necesitamos la Iglesia para aproximarnos a Jesús es una blasfemia.

Para los católicos irlandeses, lo que insinúa Benedicto -que los abusos sexuales en Irlanda son un problema irlandés- es arrogante y blasfemo. El Vaticano está actuando como si no creyera en un Dios que todo lo ve. Quienes dicen ser los guardianes del Espíritu Santo se dedican a aplastar todo lo que el Espíritu Santo representa. Benedicto es culpable de dar una imagen falsa del Dios al que adoramos. Todos sabemos, en el fondo de nuestro corazón, que el Espíritu Santo es la verdad. Por eso sabemos que Cristo no está con esos que lo invocan con tanta frecuencia.

Los católicos irlandeses tienen una relación disfuncional con una organización que comete abusos. El Papa debe hacerse responsable de las acciones de sus subordinados. Si hay sacerdotes católicos que abusan de los niños, es Roma, y no Dublín, la que debe responder por ello, con una confesión inequívoca y sometiéndose a una investigación criminal. Mientras no lo haga, todos los buenos católicos -incluidas las ancianitas que van a misa todos los domingos, no sólo los cantantes de protesta como yo, a quienes el Vaticano puede ignorar sin problema- deberían dejar de acudir al templo. Ha llegado la hora de que en Irlanda separemos a nuestro Dios de nuestra religión y nuestra fe de sus supuestos dirigentes.

Hace casi 18 años, rompí una fotografía del papa Juan Pablo II en un episodio de Saturday Night Live . Muchos no entendieron la protesta. La semana siguiente, el presentador invitado del programa, el actor Joe Pesci, dijo que, si hubiera estado presente, me hubiera dado una bofetada. Yo sabía que mi acción iba a causar problemas, pero quería provocar un debate necesario; ése es uno de los ingredientes de ser artista. Lo único que lamenté fue que la gente pensara que no creía en Dios. No es verdad, en absoluto. Soy católica de nacimiento y cultura, y sería la primera en presentarme a la puerta de la iglesia si el Vaticano ofreciera una reconciliación sincera.

Mientras Irlanda soporta la ofensiva carta con la que Roma pide perdón y un obispo irlandés dimite, pido a los americanos que comprendan por qué una mujer católica irlandesa que sobrevivió a los malos tratos de niña pudo querer romper la foto del Papa. Y que piensen si a los católicos irlandeses, por no atrevernos a decir que nos merecemos algo mejor, se nos debe tratar como si mereciéramos algo peor.


¿…y en la Argentina?


jueves, 13 de mayo de 2010

MONJAS DISTRAÍDAS



Un tráfico de cocaína que tenía como base un convento y que funcionaba a espaldas de las religiosas fue desmantelado. Treinta y tres narcotraficantes fueron detenidos; entre ellos, mafiosos colombianos y calabreses, indicó un oficial de los carabineros de Piacenza, cerca de Milán.

En el grupo detenido o con orden de captura figura "una decena de colombianos", precisó el coronel Edoardo Cappellano. Al menos, 80 personas están siendo investigadas. Los italianos implicados formaban parte, en su mayoría, de la mafia calabresa o de Piacenza y sus alrededores.

Las hermanas del convento que servía de base para los traficantes "no estaban al tanto de nada", según el coronel Cappellano. El responsable era uno de los porteros, "un colombiano, quien hacía entrar a cómplices bajo el pretexto de peregrinajes y retiros espirituales", indicó el portavoz.

"En lugar de ingresar breviarios, hacía entrar cocaína", añadió Cappellano. Según un comunicado de los carabineros, la operación, que llevó tres años de investigación, representa "un grave revés para el tráfico de cocaína en los departamentos de Piacenza, Milán, Parma, Bergamo, Brescia, Lecco, Lodi, Varese y La Spezia", zonas prósperas del norte de Italia. El comunicado precisa que la red estaba vinculada con al menos dos carteles colombianos.

La droga llegaba de Colombia y transitaba por "los caminos clásicos: España, Holanda/Suiza, México, Perú/Ecuador y la República Dominicana", según el comunicado. Desde España, la droga era llevada a bordo de camiones que cruzaban Francia hasta el norte de Italia.


martes, 4 de mayo de 2010

¡Pronto, una maestra!


¿Cómo eludir, y también socavar, la determinación genérica que el lenguaje

impone –no solamente sobre los sujetos y sus posibilidades de encontrarse

en la lengua, sino también sobre nuestro modo de pensar y nombrar el

mundo? Una de las estrategias posibles es la que hemos puesto en juego en

la escritura de esta memoria, a través del uso del asterisco (*).

Hemos recurrido a esta estrategia textual en tres situaciones puntuales: en

la formación de plurales generalizados, al nombrar a un sujeto cuya identidad

de género se ignora y sobre quién no queremos imponer una asignación de

género determinada a priori, y al nombrar a un sujeto que no se identifica en

una de las dos opciones que prevé el binario masculino-femenino.

Escogimos el asterisco por varias razones. La arroba (@) suele leerse como

“masculino y femenino”. La letra x, también utilizada con este propósito,

podría ser confundida con la asignación de sexo intersex, tal y como ha

sido utilizada en algunos lugares. El asterisco, en cambio, nos gusta por

su representación gráfica, su pender casi colgado sobre la frase, como una

estrella sobre el horizonte o un punto de fuga hacia alguna parte.

Por supuesto, el asterisco no puede pronunciarse –y esto también nos gusta,

en tanto permite expresar, al hacer trastabillar la lengua, el status de aquell*s

a quienes el género ignora.



Solicitemos al monarco Juan Carlos de España que nos envíe una maestra para que nos enseñe a distinguir entre significante, significado y referente.