sábado, 21 de enero de 2012

Los pavos y las Falkland Islands


Mi amiga Paloma me envió un video que se titula “Los pavos no vuelan”. El video trata de un paisano que encuentra un huevo de cóndor, (el hombre ignora que era de cóndor) y decide colocárselo a la pava “que está echada” (puesta sobre los huevos para obtener cría, descendencia).

De tal suerte, después de cierto tiempo, junto con la cría de la pava (los pavitos), nace un pichón de cóndor que siguiendo su imperativo biológico quiere volar. Los pavos desalientan al pequeño cóndor al grito de “los pavos no vuelan”. Así, pasa el tiempo y el cóndor (nacido en el nido y al calor de la pava) se olvida de volar, se entretiene en comer y muere sin haber volado por seguir “la pavada general”.

El video termina mostrando el vuelo de un magnífico cóndor y la siguiente leyenda: “El miedo al hondazo es terrible. Pero la verdadera protección está en las alturas, especialmente cuando hay ¡hambre de elevación y muy buenas alas!”

Como suele ser habitual entre quienes usamos Internet, reenvié (en un gesto casi mecánico) el video a varios amigos en la creencia de que se trataba de una fábula que estimulaba la superación del individuo y advertía sobre “el efecto manada”.

Pero a los pocos días, una mano femenina me señaló que “volar” tiene una referencia específica en el mundo de la droga y terminaba el e-mail con 2 preguntas retóricas: “¿Qué adolescente no se siente con hambre de elevación y muy buenas alas?” “¿Somos “la pavada general” quiénes no consumimos drogas?”

Pensé que tenía razón, que el video también admitía esa lectura y archivé la cuestión.

El debate no estaba cerrado. Mi entrañable amiga Elba me escribió señalando que había un gesto de ingratitud hacia la pava que lo cobijó al cóndor en su nido y le dio su calor. Según Elba, el video agredía a quienes como ella (Elba) eran “madres adoptivas”. Estaba ofendida.

Evidentemente, el video de Paloma removió emociones.

César (flaco, neurótico y contra), a través del skype, me dijo que no es cuestión de querer volar sino de inquirir si estamos en condiciones de volar: cómo, dónde y cuánto. Agrega: “En 1982 un loquito borracho (un loquito más, un borracho más de los tantos que nos han gobernado) se le ocurrió que podía recuperar las islas Malvinas. Su “vuelo” costó cientos de jóvenes muertos en combate con su secuela de familias destruidas por el dolor, suicidios y enfermedades incurables.” “Se dio el gusto de querer “volar”: murieron los otros; él murió en la cama viejo y borracho.”

[Mis amigos están del moño. ¿Será efecto del caluroso verano y la falta de lluvias?]

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