Por Telésforo
telesforoagarre@gmail.com
El domingo 25 de diciembre de 2011, el
matutino LA NACIÓN de la ciudad de Buenos Aires publicó una entrevista (firmada por el
periodista Ricardo Cárpena) realizada
al intelectual José Pablo Feinmann.
Han pasado casi 2 años de la mencionada
publicación. Mañana (27.10.2013), la ciudadanía argentina “elegirá”
representantes nacionales, provinciales y comunales.
Entiendo que “hoy” la lectura de esa
entrevista puede iluminar de una manera singular la expresión de la soberanía
popular que mañana se manifestará en las urnas.
Recupero a continuación fragmentos de la
entrevista de Ricardo Cárpena.
-Disculpe
que revele públicamente este dato, pero cuando lo llamé para concertar esta
entrevista usted me dijo que no era kirchnerista, algo que me sorprendió. ¿Es
así?
-Por
supuesto que no soy kirchnerista. Primero habría que definir bien qué es el
kirchnerismo. La gente, de un modo muy banal, define como kirchnerista al que
adhiere a un gobierno, pero esa definición es muy ligera. Ser algo implica un
compromiso mayor y no adherir a un gobierno. Si usted me pregunta qué soy yo,
cuando me definen como un intelectual K, yo digo: "Sí, sí, cómo no, Kant,
Kierkegaard, Kafka". No me insulten, no me tomen el pelo: ¿cómo voy a ser
kirchnerista? Yo me formé con Hegel, Marx, Sartre, Adorno, Foucault... ¿y ahora
soy un intelectual K?
-¿Esto
no implica tomar distancia?
- Yo
siempre tomé saludables distancias. Si no, no puedo pensar. ¿Cómo va a pensar
un intelectual que está pegado a un partido? En ese sentido, estoy totalmente
en contra del intelectual orgánico, el intelectual tiene que tener libertad. Si
vos me preguntas qué soy a esta altura de mi vida: soy feinmanneano .
Pienso desde mí. El que piensa desde otro filósofo o desde un partido político
piensa en exterioridad, pero, a cierta altura de la vida uno ya tiene que
pensar por sí mismo, y eso lo hago desde hace mucho tiempo.
-Aunque
usted es un crítico del peronismo, me llamó la atención que en su nuevo libro
se muestre tan implacable contra Perón.
-Soy
muy duro con el tercer Perón. Los peronistas
lo tapan porque no quieren ver que el jefe del movimiento hizo cosas muy
oscuras. Cuando vuelve, Perón pierde su capacidad de mito porque se historiza.
Desde afuera, podía totalizar toda la caótica realidad del peronismo, todas las
particularidades chocaban entre sí y el líder les daba una unidad desde afuera.
Como él decía: "Cuando hay dos grupos peronistas, yo soy el padre eterno,
tengo que hacer que se amiguen". Ahora, cuando él vuelve, es uno más, pasa
a formar parte del problema y, además, ya no es el "padre eterno"
porque claramente elige a la derecha.
- Usted
no parece tan de acuerdo con esa imagen de un Perón que vuelve al país con
cierta dosis de espíritu de concordia.
-Sí,
ese es el Perón del 72, el que vuelve. Es muy abierto, muy herbívoro, como dice
él, muy democrático, y quiere una unidad
nacional. El fondo de la cuestión es que ya era tarde para todo. Perón había
demorado mucho su regreso, pero no por su voluntad; el gran error del Estado
antiperonista que se desarrolla desde 1955 hasta 1973, en que asume Cámpora,
fue prohibir a Perón durante 18 años, en una actitud absolutamente
antidemocrática en nombre de la democracia. Si Perón hubiera vuelto en el 64 no hay guerrilla, ni miles de
muertos, ni tanto odio en el 73.
-En
una entrevista usted dijo algo muy duro: "Ojalá Perón se hubiera muerto en
Madrid, es una tragedia que haya vuelto".
-Es
una tragedia para su figura, sobre todo. Recuperó el uniforme de teniente
general, pero quedó desacreditado como líder revolucionario de masas y, además,
se ensució con sangre. No resolvió nada y se murió a los seis meses. Pero, por
otro lado, hay una organización, que es Montoneros, sobre todo, y hay una
Juventud Peronista que acepta a esa organización como hegemónica de la JP, algo
que también es un error muy grande. Todos hicieron exactamente lo necesario
para que la tragedia se consumara. El asesinato de Rucci es una calamidad. En
el libro Diario de un clandestino, Bonasso cuenta que lo va a ver a
Firmenich y le pregunta: "¿Fuimos nosotros?". "Sí, fuimos
nosotros", dice Maderita (como lo llaman a Firmenich). "Pero entonces
-le dice Bonasso-, si hacemos una ejecución y no la firmamos somos una banda
clandestina." Impecable.
-En
el libro también se muestra muy crítico de las organizaciones guerrilleras.
-No
sólo enumero los errores de Perón, sino también los de las organizaciones
armadas. Eric Hobsbawm dijo: "Se trató de un error espectacular". ¿En
qué consistió? En no evaluar el poder del enemigo. En equivocarse confiando en
que podrían manejar a Perón. Después, el gran error es el de la Revolución Cubana,
que se hizo con doce guerrilleros. Esa es la leyenda.
El otro gigantesco
error es el del foco guerrillero, que es una teoría del francesito Régis
Debray, que él le pasó a Guevara y la fue a practicar en Bolivia, donde Guevara
no podía estar con su asma. Pobrecito, la pasó horrible, no logró nada y los
campesinos lo delataron. Pero en lugar de ver los errores de Guevara, se
lo transforma en un mártir. "Sean como el Che", dice Castro en un
célebre discurso. Habría que haberles dicho a los muchachos: "No sean como
el Che, evalúen mejor a las fuerzas con las que se oponen, con ocho
guerrilleros en una selva no van a nuclear a la población.
-Pasemos
a la política actual, pero sigamos hablando del peronismo: ¿qué imagina que
puede pasar en el conflicto que se creó entre Cristina Kirchner y Hugo Moyano?
-Tendrá
que haber un diálogo. Si hay ruptura, la situación es muy peligrosa porque el
sindicalismo no creo que apele a la razón, sino que está (por historia) muy
cerca de la violencia.
Ha hecho acciones violentas muy claras: la UOM de Lorenzo
Miguel invade Villa Constitución en el 75. Después, las bandas que se crean en
la CGT, como la
Juventud Sindical Peronista, también eran temibles. Ahí la sociedad
tiene que tomar partido: a nadie le conviene un
gobierno de Moyano. Ahí sí que van a ver lo que es el autoritarismo
peronista. Lo va a llamar a Duhalde, a Menem, a Rodríguez Saá, y viene la
derecha peronista.
-Es
raro el conflicto porque fue Néstor Kirchner el que alentó a Moyano, el que le
dio negocios, un poder político inusitado. ¿Por qué está hoy cerca de la
ruptura, entonces?
-Porque
Cristina no le habrá dado lo que le dio Néstor. Cristina está a la izquierda de
Néstor, que le dio todo porque era quizá más negociador que Cristina. Todo tipo
que llega al gobierno tiene que negociar con el aparato peronista. Por eso me
da un poco de pena la oposición: había algunos que si subían, a los dos días
los tiraba el aparato peronista. Hay que gobernar con el aparato peronista...
Supongo que Cristina lo va a llamar a Moyano y si él no quiere ir, no sé, se
acuartelará en la CGT, la policía se acuartelará en la provincia y ahí sí hay
peligros en el horizonte y hay que ver qué hacen los que dicen defender la
democracia.
-¿Le
parece que el kirchnerismo es la etapa superior del peronismo?
-Eso
es muy leninista? (Risas). No creo que sea una etapa superior del peronismo. No sé si dentro del kirchnerismo vamos a terminar
englobando al cristinismo...
-¿Hay
matices? ¿De qué tipo?
-Cristina
tiene una tendencia a ir más hacia lo que podríamos llamar, no te digo
izquierda, pero más hacia un capitalismo de inclusión y de solución de la
pobreza, que va a implicar un mayor compromiso para enfrentar a los sectores
más poderosos económicamente y ver cómo se les puede extraer medios económicos
para realizar esta distribución. ¿Querés que te diga algo de corazón? Yo no entiendo cómo
los muy muy ricos no se dan cuenta de que tienen que ceder algo de su riqueza
para vivir más felices.
-¿En
el aporte de los más ricos no hay señales confusas? Siempre me llamó la
atención que los Kirchner quintuplicaron su patrimonio en apenas cinco años.
Son ricos...
-Entonces
habría que hacer dos cosas: si los que dan algo y comparten lo hacen, exigirles
a los que gobiernen que también lo hagan en la misma medida? Es una utopía,
pero es una utopía para vivir mejor. Si no, no vamos a vivir mejor.
-O
sea, que Cristina reparta, ceda parte de su fortuna. Eso sí que es
revolucionario?
-Hay
que hacer una verificación final de eso. Con Menem había causas abiertas y
había políticos corruptos presos a patadas, y con los gobiernos kirchneristas
no ha habido ese tipo de cosas.
-También
hay una Justicia funcional al poder y una virtual ausencia de organismos de
control. ¿Pero no le hace ruido el vertiginoso y enorme aumento patrimonial de
los Kirchner? ¿O le parece un tema menor?
-No,
no me parece un tema menor. Habría que hacer un muy buen análisis de cómo
creció ese patrimonio, que alguien demuestre con qué mecánica se hizo la
extracción ilegal. Eso me tranquilizaría mucho más. Me
dolió cuando se habló de un hotel de dos millones de dólares que pertenecía a
Néstor Kirchner. Pero no me duele tanto: no tengo mi causa total
comprometida con los Kirchner y estoy acostumbrado a que los líderes en los que
uno confía hagan también grandes macanas. Yo creí, o quise creer, en Perón.
Fijate cómo me fue y cómo nos fue a todos. La cabeza, a esta altura, no la doy
por nadie. Uno sufre con estas cosas porque desearía que se aclaren y que ellos
digan: "Esto viene de acá". Y que les quiten la incomodidad a los que
adhieren al Gobierno porque es muy incómodo adherir
a un gobierno de dos gobernantes multimillonarios que están comandando un
gobierno nacional, popular y democrático, y que te hablan del hambre.
Por ejemplo, cuando Cristina dice que es la primera que renuncia a los
subsidios, sería muy bueno un acto simbólico: "Yo doy 10 millones de
dólares para hacer un barrio en tal lugar". Un millón, aunque sea.
"De esa fortuna que dicen que yo robé, uno va ahí." Eso me gustaría,
pero más para los militantes.
-Sería
una señal distinta...
-Eso
habría que aclararlo, pero Cristina da otras señales: se enfrenta en los foros
internacionales al consenso de Washington, explica muy claramente por qué sólo
una política keynesiana puede salvar al capitalismo. Todas esas cosas que dice
me parecen importantes también, no sólo la fortuna que haya acrecentado.
También tiene mucho coraje para ir a un foro internacional y decirles:
"Ustedes están equivocados". Es la primera vez que un presidente le
dice eso al Fondo Monetario, al Banco Mundial. Lo que hay que hacer acá es lo
que estamos haciendo nosotros, una intervención estatal en el mercado. Si no,
el mercado se concentra solo y terminan siendo cuatro o cinco grupos económicos
los que lo manejan.
-La
Presidenta parece intelectualmente mucho más sólida, pero parece más cerrada.
-Más
cerrada porque es muy posible que Cristina se crea autosuficiente. Tampoco le faltan
motivos: es muy inteligente. Alguien muy inteligente es posible que diga:
"Estas cosas las voy a arreglar yo, qué va a venir fulano a bajarme
línea".
-En
una nota de hace unos años usted criticó al kirchnerismo por "la ausencia
total de formación de cuadros políticos". ¿La Cámpora no es una forma de
remoción de cuadros?
-Lo
que me preocupa de La Cámpora es que hay un exceso de pragmatismo y una
carencia de ideas. Además, muchos han tomado puestos en el Gobierno, cosa que la Juventud Peronista
no había hecho y se pasaba el día hablando de ideas, ideas e ideas. Era la
época, pero ahora hablan de a quién poner acá, allá, a quién sacar de aquí y
eso me deja un poco aparte. Prefiero que se hable de ideas en un mundo muy
complejo.
-¿Lo
decepciona el hecho de que los Kirchner, contrariamente a lo que usted les
recomendó, no rompieran con el peronismo?
-La
cosa es más lenta, pero hay signos: a la liturgia del movimiento no la usan, no
se canta, no
hay fotos de Perón ni de Evita, no hay escudos, Cristina jamás cita a Perón.
Hay algunos atisbos.
-Y
hasta lo criticó, en su reasunción.
-Y hasta lo criticó... Pero no creo que Cristina
rompa con el peronismo: nadie va a poder gobernar sin el peronismo hoy,
todavía. Por más que venga el que vos quieras, no va a poder gobernar sin un
pacto fuerte con el peronismo. Imaginate si al tercer o cuarto día Moyano se te
planta como un gran rey, como Hoffa. Hay que ver qué poder tiene el Gobierno,
qué hace si le larga una huelga, el 17 de octubre de Moyano. ¿Reprime? No, no
puede. El país está en una situación bastante peligrosa. Como siempre. Y como
estamos acostumbrados, lo podremos sobrellevar.
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