martes, 9 de marzo de 2010

¡ DISPAREN CONTRA LOS JÓVENES!

Lo llamaron a la comisaría de Villa Las Rosas, en Traslasierra (Córdoba), para que firmara una contravención de tránsito. Fue un miércoles y los pobladores estaban felices porque llovía después de varios meses. Luis Oscar Ledesma, suboficial retirado de 55 años, llegó tranquilo aunque su cara se petrificó cuando le dijeron que quedaba detenido por homicidio. No se resistió. Sabía de qué le estaban hablando. Se referían a aquella mañana de octubre de 1999 cuando, tras planearlo mucho, le voló la cabeza a un chico de 18 años con una pistola 9 milímetros.

Ese era un capítulo más de una historia que comenzó con una desobediencia: la de una hija de Ledesma. El 28 de marzo de 1999, Elizabeth Ledesma de 20 años se escapó a bailar con una prima y dos jóvenes a Carlos Paz. Volvían agotados y felices, cuando en una curva el auto en que viajaban se dio vuelta. Elizabeth murió. Sus tres acompañantes sobrevivieron. El suboficial Ledesma, mordido por el dolor, juró venganza contra el conductor del auto, Enzo Romero de 22 años.

Siete meses después, el 29 de octubre, un Peugeot 504 y otros dos autos interceptaron en las afueras de la ciudad de Córdoba a una Trafic blanca de la empresa Arcor, donde trabajaba Enzo Romero.

Un hombre armado se asomó a la ventanilla de la Trafic, preguntó a los dos jóvenes aterrados quién era Romero y, cuando uno de ellos asintió, le disparó sin piedad.

Como a la realidad le gusta imitar a la ficción, el asesino se equivocó de víctima.

El muerto no era Enzo Romero, quien hacía tres meses que ya no trabajaba en la empresa, sino Damián Romero, un pibe de 18 años, hijo de una empleada de limpieza. Ese día, este muchacho pagó con su vida la coincidencia de tener el mismo apellido de la obsesión de Ledesma y trabajar en la misma empresa.

El fiscal Pedro Caballero afirmó que Ledesma hizo inteligencia, que siguió a la víctima y que, junto a otros, ejecutó al chico a quien acusaba erróneamente por la muerte de su hija.

Para justificar la tardanza en la detención, el fiscal adujo que los testigos no declaraban y que después del asesinato de Damián Romero, Luis Oscar Ledesma se mudó desde La Calera (unos 20 kilómetros de la capital cordobesa) hasta Deán Funes, en el norte. Posteriormente, se asentó en Traslasierra, donde este suboficial retirado y veterano de la Guerra de Malvinas, se dedicaba a la cría y venta de cerdos.


Ledesma piensa (tras su rostro inescrutable) mientras es trasladado ante el juez de la causa: “En definitiva, los 2 eran jóvenes; ¿cuál es la diferencia?; los 2 tenían, revolucionadas, esas putas hormonas que no los dejan vivir como Dios manda: en paz y en orden.”



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