jueves, 11 de agosto de 2011

DIVORCIO RABÍNICO


"Soy más dura que el acero, nada me romperá". Esa fue la respuesta que dio una mujer cuando supo que la Justicia de su país la había condenado a prisión por negarse a darle el divorcio a su marido.

No se trata de amor ni de despecho, sino de billetes. La disputa, dice la mujer que vive en Israel, no se zanja porque no logran llegar a un acuerdo económico.

La Corte Rabínica de Jerusalén respondió ordenando que la mujer, de 59 años, vaya presa.

La esposa, que reside en el centro del país, deberá pasar un mes en prisión pero ha asegurado que nada le convencerá para que conceda el divorcio mientras no se arregle la disputa económica que mantiene con el marido. "Soy más dura que el acero, nada me romperá", declaró.

En el judaísmo, el divorcio no se materializa hasta que los cónyuges llevan a cabo un ritual específico, que exige la presencia de ambos.

La pareja contrajo matrimonio en 1987, tuvo una hija poco después y el marido solicitó el divorcio nueve años más tarde ante una corte rabínica, que tras estudiar el caso ordenó a la mujer concedérselo.

La esposa condicionó la aceptación a quedarse con la vivienda familiar y un millón y medio de dólares, pero su esposo se niega a aceptar esos términos, asegurando que ella ya obtuvo su parte de las propiedades que compartían y la acusa de chantajearlo.

Años de pelea judicial han dado lugar a que la mujer sea sancionada por la corte rabínica para presionarla a divorciarse.

Además, de un mes en prisión, tiene prohibido salir del país; le suspendieron su licencia de conducir y sus cuentas bancarias permanecen bloqueadas.

Los rabinos incluso le han otorgado al marido el poder casarse con otra mujer sin estar divorciado, aunque a los ojos del Ministerio de Interior israelí seguirá oficialmente casado con la primera, que tendrá los beneficios legales que le corresponden como tal: pensiones y/o seguros.

En Israel, se producen casos similares a menudo aunque, en oposición a este, es por norma general el varón el que se niega a conceder el divorcio a su esposa y habitualmente le exige para ello que renuncie a los derechos que por ley le corresponden.

La inexistencia de matrimonio civil en el país hace que sea la ley religiosa la que rija sobre los cónyuges y, también, impide las uniones entre personas de distinta confesión.

[¿Si probaran con “un divorcio a la italiana”? Cuántos trámites y papeleos se ahorrarían.]

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