Por ELÉTOR
Camino, deambulo por las desiertas
calles, sin tener en cuenta si debo llegar a algún punto fijo. Deambular, sólo
deambular, marchar en zigzag; en otros momentos andar en impensados círculos…El llegar a un lugar definido lo
excluyo desde una elección
consciente, concibiéndolo como un
devaneo inadmisible para mí. Ser un viajero errabundo es atrayente, me impulsa a explorar oscuros pensamientos, tratando de
encontrar un no sé qué absurdo
despropósito, que me saque del repetido
sopor de preocuparme por una sola clase de pensamientos, que me trasladan a lugares donde voluntariamente no quiero habitar. ¿Escaparme en la creación
fantástica de mundos concebidos más allá
del tiempo? ¿Intentar abrir la caja de la memoria para toparme con
representaciones ya caducas, que creía
muertas en el tiempo y evocarlas como si fueran el sustentáculo de un algo
vivido en otro momento y que ahora como un muerto resucitado, corretean como vagos ensueños? Realizo una
pausa, y sigo rondando por imprecisas calles envueltas en brumas,
esperando que me lleven a desembocar en alguna
esquina, donde ese sentimiento de
una nada que me embarga, sea
devorado por algún acontecimiento
sorprendente.
En ese preciso instante otro
peatón dobla de improviso por esa
misteriosa esquina e irrumpe en la
escena. ¡Lo inesperado en ciertas oportunidades se presenta como un aterrador peligro! Pasa a mi lado, nuestras miradas se
cruzan, miden la distancia que nos
separan, y un cauteloso andar sostiene como una cuerda tensa la vista del otro,
y desde mi mente lo construyo como una inminente amenaza.
Nada de lo pensado sucede: el peatón
sigue su marcha; lo horrible imaginado es sólo
una ficción sostenida simplemente desde la suspicacia. Se
escurre en un vacío donde lo denso del temor se vuelve inasible y el vagar retoma su ritmo tranquilo, pero con un corazón latiendo tenso, tratando
de recobrar los pensamientos significativos, despojándolos de la uniformidad
repetitiva del tiempo homogéneo y situarlos en un tiempo, que por no tener un
nombre definido, lo llamo existencial.
Sin destino fijo y conscientemente sigo deambulando en círculos por las desiertas calles…
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