El Museo de la Soda y el Sifón

Por Roque Domingo Graciano

Vemos la vida (en la acepción más amplia y generosa que usted pueda imaginar) desde las grandes construcciones que forjan talentosos hombres de ciencia, filósofos, religiosos y variopintos pensadores.

Pero también, la vida admite leerse desde lo pequeño, desde lo cotidiano. Aquello que no está en las grandes construcciones del científico, del filósofo, del religioso pero sí estará en el laboratorio del arqueólogo del futuro quien interrogará con una sonrisa ese insignificante objeto que olvidaron los polvos de la historia.

El arqueólogo estudiará ese resto de encendedor (chispero), ese alfiler de gancho, esa percha de madera con tortuosas inscripciones e intentará levantar un edificio que no siempre coincidirá con el enjundioso y consagrado tratado.

Luis Alberto Taube, un vecino de la ciudad de Berisso, realiza “su” contribución a esta manera de leer la vida.

Puntualmente, desde 1989, Taube ha coleccionado más de 3.800 sifones, 100 cubre y porta sifones, 20 máquinas llenadoras, herramientas de sodería, caretas de llenado, publicidades, carteles y fotografías.

En calle 60 y 128 de la mencionada ciudad de Berisso, en 270 metros cuadrados, se exhibe buena parte de la  historia de la soda y el sifón no sólo de Argentina.

Asimismo, el coleccionista ha investigado sobre la historia del proceso de fabricación de la soda, un ícono tradicional en la mesa de los argentinos.

Berisso (provincia de Buenos Aires, Argentina) es una ciudad que se yergue sobre el Río de la Plata. Emblemática por sus grandes frigoríficos (Armour y Swif, ya retazos de la historia) y por su diversidad étnica donde Polonia, Ucrania o Albania pueden brindar con la América profunda.

Para finalizar, vaya mi entrañable y doméstico homenaje para aquellos obreros (vestidos de blanco) de los frigoríficos que en los bares de la calle Nueva York de Berisso pedían un vaso de vino (natural) con un chorro de soda helada.