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Acumular posesiones
no lleva a la felicidad ni en los adultos, ni en los chicos. En realidad,
sucede lo contrario: el consumismo acaba
generando angustia e insatisfacción. Esto, que siempre se estudió en los
adultos, ocurre también en la infancia, confirmó un estudio publicado por la revista Pediatrics.
Investigadores de la Universidad de Amsterdam que
estudiaron a casi 500 chicos de 8
a 10 años descubrieron que los chicos más infelices eran
más propensos a convertirse en “consumidores
compulsivos” que aquellos que se sentían más satisfechos. La causa es que
los primeros son más vulnerables a los efectos del bombardeo publicitario de la
TV y otros medios masivos de comunicación.
Algunos psicólogos aceptan esos resultados: “Un niño infeliz, por cualquier motivo, puede
suponer ilusoriamente que la acumulación de objetos llenará su vacío
existencial”, dicen.
En este escenario, señalan que los modernos
medios de comunicación sostienen una “oferta
permanente de objetos que prometen felicidad” y “los niños tristes o infelices son más vulnerables a cualquier tipo de
promesa que los saque de su estado; la
droga emerge, en ese camino, como un horizonte posible y apetecible”.
La droga es un fenómeno de consumo terminal y,
simultáneamente, el “consumidor final y absoluto”: consumo droga y la droga me
consume.
La licenciada Graciela
Barrios afirma: “un
chico infeliz es (habitualmente) un chico que está solo, cuyos padres tienen
poco tiempo o poca calidad de tiempo, para dedicarle”. De tal suerte, es
más proclive a volcarse hacia el vínculo con la TV o Internet, que “están siempre a su disposición”. “Llegan a creer que las cosas pueden llenar el vacío que dejó la falta de relaciones
entre personas. Si crecen y estas
pautas no cambian, van a ser, probablemente, adultos consumistas”.
La otra conclusión que se extrae del trabajo es
que la felicidad puede ser un recurso
valioso para frenar la ambición de acumular objetos. La clave estaría en
reforzar los vínculos familiares. Compartir el juego, y también el consumo de
la televisión con los chicos, resulta beneficioso.
Respetar y acompañar al niño en su gramática de
juego y creación sin obligarlo a un trabajo abierto o disfrazado sería el
camino apropiado para lograr un niño feliz.
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