Por ELÉTOR
hectorco@infovia.com.ar
Sin ánimo de importunar a nadie me
atrevo hacer una corta reflexión sobre la mentira. La motivación
fueron dos artículos de Jacques Derrida “Historia de la mentira” conferencia
dictada en la ciudad de Buenos Aires, en el año
1995 y “Sobre la mentira en política”
entrevista realizada a Derrida por Antoine Spire por televisión.
Ambos artículos despertaron en mí la
inquietud de investigar un poco más sobre el tema. La primera pregunta que
surge es una definición de mentira. Según el diccionario Hispánico Universal
mentira es una “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, cree o
piensa” Semejante a esta definición nos expresa Derrida, que alguien miente
cuando tiene la intención deliberada de engañar al otro, diciendo otra cosa
distinta de lo que él cree que es verdadero. Si él cree en algo falso y lo tiene por verdadero y
lo hace saber a otro de buena fe no miente.
Se miente por diversas razones pero
la finalidad común que podemos encontrar cuando se miente es la intención de
ocultar algo y que el otro no sepa la verdad, creándole a sabiendas un estado
de confusión. ¿En algunas circunstancias, es lícito mentir? Tenemos dos caminos que parecieran que
confluyen en un mismo punto. Si tomamos como referente la ética kantiana estructurada
sobre los imperativos categóricos, evidentemente no podemos aceptarla. Según
Kant no se debe mentir bajo ninguna condición. Ello traería aparejado tensiones
en las relaciones interpersonales creando malestar y desconfianza. Pero si
llevamos el análisis a otros planos de la realidad social, también es cierto
que el decir siempre todo lo que pensamos del otro nos arrojaría también a un
sinfín de conflictos. En consecuencia en la vida cotidiana se adoptaría con
respecto al mentir un camino intermedio, alejado de los extremos. ¿Significa,
entonces, que necesitamos una cuota de
engaño para convivir con el otro guardando cierta armonía?
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