Por Telésforo
telesforoagarre@gmail.com
Una nueva filtración de Edward
Snowden ha revelado recientemente que la NSA (National Security Agency) espió la actividad sexual online
de “radicales” islámicos con el objetivo de “restarles credibilidad y desacreditar su reputación y autoridad”.
La agencia vigiló durante meses las visitas a páginas porno y conversaciones eróticas
con mujeres de seis líderes islamistas afincados en varias partes del mundo,
tres de ellos de origen saudí y los otros de Reino Unido.
Shahid (chofer) pasa las horas
muertas escuchando recitaciones del Corán en el radiocasete del taxi o viendo
videos porno por el móvil, mientras espera a que aparezcan nuevos clientes.
Mayor de edad y “buen musulmán”, como la mayoría de paquistaníes es un
devorador de pornografía por internet. Este taxista argumenta que lo porno no
tiene porque ser “haram” (hechos
prohibidos por el Islam) y cita como ejemplo la extensa colección de
pornografía hallada en la casa de Osama Bin Laden en Abbottabad.
“Es
entretenimiento, no sexo”, insiste Shahid, oriundo de Peshawar, capital de
Khiber Pashtunja, una de las provincias más conservadoras y cerradas de
Pakistán. Hombres pastunes (la etnia mayoritaria en el noroeste paquistaní) de
largas barbas, embozados en mantas de lana oscura, deambulan en los mercados de
Peshawar entre los puestos especializados en venta de DVD piratas, donde hay
desde videos de propaganda talibán a películas 3X.
Resulta llamativo que la
república islámica de Pakistán esté entre los países del mundo donde se consume
más pornografía. Quizás una de las razones sea, precisamente, la prohibición de
libertades individuales por la fuerte censura y el extremismo. Algo tan
normal como es una revista de moda tipo “Vogue” o “Marie Claire” pasa primero
por la institución federal que regula los contenidos en cine y televisión, así
como publicaciones impresas e internet.
Tras superar la censura, las fashion
magazine terminan transformándose en páginas llenas de tachones sobre el
escote, los muslos o las rodillas de la modelo de las fotografías. Lo mismo
ocurre con las películas o videoclips musicales en los que las mujeres enseñan
un poco su cuerpo. La imagen se vuelve borrosa en las zonas del cuerpo
que se consideran eróticas.
El resultado de esta restricción
provocaría el efecto contrario: a más represión, más se disparan las mentes curiosas.
El mercado negro de DVD porno, los
cines ilegales en Peshawar, donde la venta de entradas es tres o cuatro veces
mayor que en las salas convencionales, y las páginas de contenidos para adultos
en internet se han convertido en los negocios más rentables y florecientes en
“el país de los puros”. De poco sirve los sermones del viernes de los mulá
(clérigos musulmanes) en la mezquita para inducir a los musulmanes a no pensar en el sexo o a no consumir
pornografía.
Hace dos años, el mayor partido
religioso paquistaní, Jamaat Islami (JI), llevó a cabo una intensa campaña de
presión para que las autoridades bloqueasen las páginas con contenidos
sexuales. En noviembre de 2011, la Autoridad de Telecomunicaciones (PTA)
procedió al bloqueo de las 1.000 webs pornográficas más visitadas en Pakistán.
La medida disparó la venta de DVD y CD porno en los mercados negros de Peshawar,
Lahore y Karachi, y de programas piratas para reabrir páginas web.
Pero el consumo masivo de porno en
internet no es sólo un fenómeno en Pakistán o el vecino Afganistán, también
está extendido en las conservadoras sociedades de los países del Golfo y de Oriente Medio.
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