Por Roque Domingo Graciano
marlasbrusquitas@gmail.com
Todas
las tardes del mes de enero, Mario
caminaba por entre los pinos de la vereda para llegar a casa. Traía una
pequeña damajuana de 2
litros con vino. Llegaba después del almuerzo y nos
sentábamos a la sombra de los pinos, mirando el mar durante 2 ó 3 horas.
A
eso de las 16, nos íbamos hacia el balneario y nos integrábamos en distintas
actividades playeras.
En
aquellas horas posteriores al almuerzo, mientras esperábamos que el sol
amenguara, tomábamos unos vasos de vino fresco (habitualmente rosado dulzón) y
charlábamos de política, literatura, cine, de casos clínicos (Mario es médico
psiquiatra), sobre la historia o la actualidad que recuperábamos a través de
los matutinos de la ciudad de Buenos Aires.
Durante
esas charlas, Mario solía comentarme textos literarios que estaba leyendo o
había leído; también, ilustraba sus comentarios con la lectura de algunos
fragmentos.
Entre
aquellas ficciones, recuerdo 3 relatos que me produjeron un estremecimiento
similar y que el lector comprenderá a través de la siguiente glosa.
a)
“La araña”
El
relato es de George Dawson (amigo y compañero de trabajo de Philip Atkey en la
película “Walk a Crooked Path”). El
argumento es el siguiente:
Un
hombre joven (lo llamaré Romeo, 30 años) es abandonado por la mujer que amaba,
cuando él vivía lo más ardiente de su pasión.
El
sufrimiento de Romeo es insoportable. Padece dolores físicos: náuseas, vómitos,
diarrea, fuertes dolores de cabeza.
Un
médico le aconseja: “Búscate otra
preocupación”.
El
sufriente enamorado compra una araña “sicarius”
(altamente venenosa) y la libera en su departamento.
En
tal circunstancia, se olvida de la mujer amada porque está obsesionado con la
araña.
El
final es onírico. El joven enamorado muere (o sueña que muere) por el veneno de
la araña que ya no es la araña sino la mujer amada.
En
este relato, Dawson parte de la afirmación de Benvolio en “Romeo y Julieta” de Shakespeare cuando le dice a su primo Romeo: “Un dolor desesperado, con la aplicación de
otro se remedia”.
Lo
diferente de Dawson es que ahora no es otra mujer sino una araña y la tensión y el movimiento asfixiante en
que vive el protagonista se circunscribe a un departamento.
b) “El
asesino”
El
segundo relato es de Dalmaroni; escritor argentino; quizá su nombre de pila sea
Miguel Ángel (como mi hermano y como nuestro bisabuelo: Michelangelo).
Oscar
(el protagonista del cuento) es un hombre absolutamente común: casado hace 20
años, una hija; atiende, detrás del mostrador, una ferretería desde hace 30
años.
Una
noche llega a su casa y le comenta a su mujer que ha asesinado una persona
cuando estaba realizando un trámite administrativo. La mujer, al principio,
sigue con su discurso de fondo de cacerola y no le presta atención. Después,
ante la insistencia de Oscar, “incorpora” que su marido es un asesino pero la
vida sigue igual: Oscar con su trabajo, sus programas deportivos favoritos y
sus obras de caridad y ella enfrascada en su mundo de vecindades infieles y
mezquindades olvidables.
Pasan
los meses y, nuevamente, una noche Oscar le cuenta a su mujer que acaba de
matar a otra persona. Esta vez, mientras atendía un desperfecto de su auto en
la autopista de egreso.
Así,
los asesinatos se reiteran y el entorno familiar de Oscar oscila entre la
indiferencia y la colaboración desganada.
El
texto de Dalmaroni debe mucho a la llamada “literatura del absurdo”, donde los
personajes viven su vida, su mundo, su gramática de manera autónoma. Cada cual
está “en lo suyo” sin un discurso vertebrador, en una sociedad invertebrada,
anómica.
También,
donde todo hombre (cualquier hombre) es capaz de infinitos gestos de bondad e,
igualmente, de maldad.
Así,
la emergencia del bien y del mal tiene una absoluta cercanía en el relato.
b) “Fantasías”
Del
tercer cuento, no recuerdo cómo se llama el autor aunque lo sé argentino.
En
la historia, una mujer (María, separada, 1 hijo de 5 años), se entusiasma de un
compañero de la oficina donde trabaja.
Ella
entiende erróneamente un gesto (o alguna palabra de él) y ella le propone una
relación íntima. Él la rechaza con una mueca.
A
partir del rechazo, ella siente mayor atractivo hacia él. En algún momento, se
siente intensamente enamorada y apasionada.
Si
bien por dignidad, trata de no tener contacto directo con él, cuando lo ve
tiembla, sus manos transpiran, sus pupilas se dilatan y “siente mariposas en la
panza”.
Cuando
se acuesta a dormir, piensa en él y se permite las fantasías más osadas.
Envuelta en esas fantasías, se duerme.
Si
viaja en micro, lo llama a su mente y el viaje (1 hora y 20 minutos), se le hace
corto y placentero.
Así,
pasan los días, las semanas, los meses.
Una
noche, 14 meses después del rechazo, ella lo convoca como lo hacía
habitualmente pero él no viene. Insiste. Busca en su mente las asociaciones y
fantasías más excitantes pero él no responde.
Se siente sola, fría y un miedo solitario la
acorrala.
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