Por Telésforo
En Taiwán (China), la señora Jian decidió dar el
último adiós a su marido despidiéndolo con un espectáculo en el que incluyó
bailes eróticos protagonizados por varias stripers.
El show tuvo lugar
mientras los familiares y amigos del señor Jian le daban el último adiós
después de su fallecimiento.
En la actuación,
intervinieron 2 stripers ataviadas con lencería negra y semidesnudas quienes
comenzaron a contonearse frente a los presentes y a quitarse la poca ropa que
las vestía.
Aunque estas
prácticas en China (incluyendo Taiwán) son relativamente modernas, descansan en
milenarias tradiciones que consideran que es bueno para el muerto, en su
tránsito al más allá, que su despedida tenga un cariz alegre y festivo, con
grandes banquetes, carrozas, música animada y algo "picante". El
acento se pone en la “cantidad” de asistentes independiente de la relación con
el fallecido.
En la “China continental”, el
Partido Comunista veda esas costumbres aunque se dan, con cierta frecuencia, en
las zonas rurales.
Estas prácticas
mortuorias me recuerdan a “EL VELORIO DEL ANGELITO” en Sudamérica (cono sur,
zona andina), cuando la muerte de un niño era (es) el pretexto para la socialización
con sus rasgos de humor, música, baile y chanzas. Con matices (asado mediante),
encuentro algo similar en los velatorios de las zonas rurales de la Argentina
profunda.
Tal vez, ecos de
esas sombras nos llegan cuando, avanzada la noche, escuchamos risas contenidas
en las funerarias urbanas: es la hora de los chistes y del licor fuerte en un ámbito
algo alejado del muerto.