Por Telésforo
Son cosas de la vida: una hoja de higuera
inclina una balanza y sobreviene una catástrofe o un escándalo mayúsculo.
Esto último pasó cuando el abogado Edgardo Oscar
Romero Bruno fue impedido por un
ignoto juez de participar en una audiencia como abogado defensor porque no
tenía corbata, en la sureña ciudad de Trelew (algo menos de 100.000 habitantes,
provincia de Chubut, Argentina).
El abogado Edgardo Oscar Romero Bruno (hombre de escritos llevar) apeló ante
el Superior Tribunal de Justicia: a partir de su apelación los abogados pueden
asistir de elegante sport a las audiencias.
Con este gesto, Romero
Bruno demostró que no lo van a “arriar con la vaina del cuchillo” pero debió
pagar su costo como corresponde. (Todo tiene su costo.)
La cofradía “Amigos de la Corbata” denunció
que Romero Bruno formó parte de una
banda que robaba a mano armada bancos, financieras y casas de usura en
Chaco, Corrientes, Misiones, Formosa y en ocasiones en la república hermana de Paraguay
(donde los delincuentes escasean).
Heridos en sus íntimas convicciones, la muchachada
de la cofradía enfatizó que Romero
Bruno había estado preso 1 año y 4 meses; había sido condenado a 6 años de
prisión y había estado prófugo de la justicia.
Edgardo Oscar Romero
Bruno no negó ni contradijo a la cofradía “Amigos de la Corbata”. Más; confesó
a sus alumnos de Derecho Romano de la “Universidad Nacional
de la Patagonia San
Juan Bosco” que, efectivamente, antes de recibirse fue ladrón
de bancos y financieras. Dijo que a pesar de ser detenido nunca pagó su deuda
con la sociedad: se fugó desde Formosa, donde había sido juzgado, hacia la
provincia argentina de Córdoba y después hacia Trelew, donde estudió abogacía
mientras esperaba que su causa por asaltos y robos prescribiese.
Después de su confesión pública, Romero Bruno fue aclamado como un ídolo por sus
alumnos; ya para entonces, sus colegas lo habían catapultado a la titularidad del
Colegio de Abogados de Trelew. (“Entre bueyes, no hay cornadas”).
Para finalizar, con la voz ronca por la
emoción (transpirando), el abogado Edgardo Oscar Romero
Bruno tronó: "¡jamás le robamos a un trabajador!".
Don Carlos Marx, se puso de pie en su
sepulcro e intentó una reverencia: ¡chapó!
La Madre Teresa deslizó una lágrima
por su mejilla.
El Santo Padre estaba distraído
leyendo una hoja; alzó la vista y miró un “vitreau” acariciado por el sol.
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