sábado, 6 de junio de 2015

Por una corbata de un noble abogado (…)

Por Telésforo

Son cosas de la vida: una hoja de higuera inclina una balanza y sobreviene una catástrofe o un escándalo mayúsculo.
Esto último pasó cuando el abogado Edgardo Oscar Romero Bruno fue impedido por un ignoto juez de participar en una audiencia como abogado defensor porque no tenía corbata, en la sureña ciudad de Trelew (algo menos de 100.000 habitantes, provincia de Chubut, Argentina).
El abogado Edgardo Oscar Romero Bruno (hombre de escritos llevar) apeló ante el Superior Tribunal de Justicia: a partir de su apelación los abogados pueden asistir de elegante sport a las audiencias.
Con este gesto, Romero Bruno demostró que no lo van a “arriar con la vaina del cuchillo” pero debió pagar su costo como corresponde. (Todo tiene su costo.)
La cofradía “Amigos de la Corbata” denunció que Romero Bruno formó parte de una banda que robaba a mano armada bancos, financieras y casas de usura en Chaco, Corrientes, Misiones, Formosa y en ocasiones en la república hermana de Paraguay (donde los delincuentes escasean).
Heridos en sus íntimas convicciones, la muchachada de la cofradía enfatizó que Romero Bruno había estado preso 1 año y 4 meses; había sido condenado a 6 años de prisión y había estado prófugo de la justicia.
Edgardo Oscar Romero Bruno no negó ni contradijo a la cofradía “Amigos de la Corbata”. Más; confesó a sus alumnos de Derecho Romano de la “Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco” que, efectivamente, antes de recibirse fue ladrón de bancos y financieras. Dijo que a pesar de ser detenido nunca pagó su deuda con la sociedad: se fugó desde Formosa, donde había sido juzgado, hacia la provincia argentina de Córdoba y después hacia Trelew, donde estudió abogacía mientras esperaba que su causa por asaltos y robos prescribiese.
Después de su confesión pública, Romero Bruno fue aclamado como un ídolo por sus alumnos; ya para entonces, sus colegas lo habían catapultado a la titularidad del Colegio de Abogados de Trelew. (“Entre bueyes, no hay cornadas”).
Para finalizar, con la voz ronca por la emoción (transpirando), el abogado Edgardo Oscar Romero Bruno tronó: "¡jamás le robamos a un trabajador!".
Don Carlos Marx, se puso de pie en su sepulcro e intentó una reverencia: ¡chapó!
La Madre Teresa deslizó una lágrima por su mejilla.
El Santo Padre estaba distraído leyendo una hoja; alzó la vista y miró un “vitreau” acariciado por el sol.

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