domingo, 27 de septiembre de 2015

LA TECNOLOGÍA y la ciudad de MIRAMAR

Por Mauricio Saint Martin
No descubrimos nada si decimos que internet ha traído enormes modificaciones en la vida de la personas. Podemos enumerar infinidad de cambios ocasionados por esta increíble herramienta moderna. Cambios que con el transcurso del tiempo se han naturalizado de tal manera que no sabemos apreciarlos si no hacemos el ejercicio de tomar distancia y hacer memoria en cómo hacíamos ciertas cosas antes de la llegada de la red de redes.
Sin ir muy lejos en el tiempo, recordemos veinte años atrás. Veinte años pueden no ser nada, pero en la vida moderna representan mucho. Hace veinte años atrás, el adolescente que se iba a estudiar a la capital (o a otra gran ciudad) y se quería comunicar con sus padres de manera inmediata, lo tenía que hacer por medio de un teléfono fijo, en un horario especial y rogando que haya alguien cercano al aparato que escuche el único timbre que avisaba que había alguien del otro lado tratando de comunicarse. O sea que los puntos de comunicación eran fijos.
Ni hablar si nos ponemos a recordar la comunicación mediante cartas postales escritas de puño y letra. El aspecto negativo de ésta sin ningún lugar a dudas estaba del lado de la demora en la entrega; pero lo positivo (continúa siéndolo), era el tinte romántico de la misiva no remplazada por ningún instrumento tecnológico moderno.
Hoy en día, estas formas de comunicación fueron remplazadas por múltiples tecnologías que podríamos enumerar en: telefonía móvil celular; correo electrónico; chat; mensajes de textos; redes sociales; etc. y etc.
Con el ingreso de internet a la vida del hombre moderno los grandes beneficiados seguramente han sido las personas que viven en el interior de los países. Aquellos a los cuales las grandes metrópolis les quedan a cientos de kilómetros de distancia, a horas del pesado viaje en colectivo o automóvil.
Asimismo, esta tecnología, no solamente logró achicar distancias entre el interior y la capital, sino que ha modificado el control de los mercados y ha creado nuevos mercados.
Esto lo podemos ver en lugares turísticos como los que yo vivo. En este tipo de ciudades la llegada de la temporada alta es todo un acontecimiento. Es el momento del año donde se establece la diferencia económica. La frase provista por Álvaro Alsogaray sobre que “hay que pasar el invierno” no le cabe más al dedillo que a las ciudades de la costa atlántica, donde un verano con pocos turistas representa un invierno largo, duro y lleno de penas e incertidumbres.
Preparar los comercios del centro, pintar los balnearios y poner las casas y departamentos en condiciones para esperar a los turistas es la ceremonia obligada de todos los años.
Volviendo el tiempo atrás, los grandes intermediarios entre los turistas y los propietarios eran las inmobiliarias. Las inmobiliarias son esos agentes que poseen una cartera de clientes dispuestos a alquilar una propiedad por la cual cobran una comisión. Antes se alquilaba, o por intermedio de éstos o había que hacer guardia en las casas esperando a que un turista pare, pregunte y alquile. Recuerdo esas horas interminables dentro de la casa de mis viejos, sentado en el sillón, rogando que alguien toque timbre y alquile de una buena vez apagando así el aburrimiento interminable a que era sometido esas tardes de calor mientras todos disfrutaban de la playa.
Era así de aburrido. Imaginen que no había cable, computadora ó teléfono celular alguno con el que se pudiera enviar algún mensaje de texto a algún amigo con el cual mitigar la larga espera. Nada de eso existía. Era solo el silencio de una casa vacía, bien aseada y yo.
Pero con la llegada de internet todo esto ha cambiado rotundamente. Hoy, el poder del mercado de los alquileres temporales los tienen los mismos particulares. El cliente está ahí. A la vuelta de un click y en milésimas de segundo. Las inmobiliarias han pasado a un segundo plano y los mismos propietarios son sus propios agentes que poseen sus propias carteras de clientes.
Este cambio en el control del mercado inmobiliario de los alquileres temporales trajo consigo que la competencia, ya no sea entre las distintas agencias inmobiliarias para ver quién alquila las mejores propiedades sino que se dé entre los mismos vecinos que compiten por brindar los mejores servicios al mejor precio.
La relación precio-producto nunca en la historia estuvo tan expuesta a la comparación como lo está hoy con internet. Una mala campaña publicitaria o un valor superior al esperado por el consumidor son inmediatamente castigados.
La posibilidad de quedar en evidencia se acrecienta cada vez más rápido y no saber subirse al tren tecnológico hoy representa quedarse sentados esperando a que alguien toque al timbre mientras otros ya están en la playa disfrutando de las mieles del verano.

domingo, 20 de septiembre de 2015

DON CHINO

Por Juan José Gilabert
Los supermercados chinos siempre me han resultado poco agradables. Tal vez porque junto con los hipermercados se encargaron de hacer desaparecer a todos los pequeños comerciantes de la zona.
Pero la otra noche, pasaba por la vereda del super chino de mi barrio (que antiguamente se llamaba Don Gino y luego de la invasión oriental lo llamaron ingeniosamente Don Chino) y vi al actual dueño en la puerta con dos rayas donde van los ojos, un termo bajo el brazo y un mate en la mano (al mejor estilo mesopotámico o uruguayo) y quedé encantado con la imagen que reflejaba la fusión cultural. Estuve tentado de sacarle una foto, pero me pareció una actitud invasiva, así que me acerqué y atiné a preguntarle:

-¿Te gusta el mate?
El me respondió:
- Me gusta el mate y ¡tu moto!
Y con una sonrisa festejaba el haber hecho un juego de palabras con un idioma tan ajeno al suyo y adquirido a las apuradas.
Desde esa vez este tipo me empezó a caer como un personaje muy simpático, a pesar de mis prejuicios.
Si yo no fuera entrerriano, hasta me hubiera creído que ellos inventaron nuestra propia infusión.

sábado, 12 de septiembre de 2015

UNA CARTA INNECESARIA: “ADIÓS, SEÑORA” de JORGE ASIS

Adiós, señora

Por Jorge Asis
Ya es todo cuesta abajo, señora.
Lentamente, sus días se van llenado de últimas ocasiones y actos de clausura, y la expectativa se convierte en nostalgia.
Es natural, a todos nos pasará en algún momento.
Cualquiera podría darse por satisfecho en su lugar, ha llegado a lo más alto de su carrera política, y ha acumulado las dos cosas que más quiso en el mundo: poder y dinero. Sería el tiempo indicado para retirarse, descansar y tal vez escribir unas memorias que muchos comprarían y mentirían haber leído.

Pero usted no es así, ¿verdad? No, claro que no. Usted detestará cada minuto.
Al principio los cambios serán groseramente evidentes. A partir del 11 de diciembre, ya no dispondrá de los bienes del Estado para su uso personal, deberá procurarse su propios juguetes, desplazarse a nivel del suelo y pagar por lo que compre. No podrá contarle a millones de personas los falsos detalles de su vida imaginaria, ni proyectar en un auditorio obligado sus frustraciones patológicas y los resentimientos que han moldeado su carácter como el impiadoso cincel de un escultor perverso.

Pero superará eso, señora. La mente humana es maravillosa para adaptarse a variaciones traumáticas. Superamos divorcios, mudanzas, muertes y catástrofes de todo tipo. Incluso superamos gobiernos desastrosos.
Los que son realmente difíciles de prevenir por insisdiosos y sutiles son los pequeños detalles que marcan la decadencia. Es como la juventud, señora, que se pierde en forma tan gradual e inevitable que no nos damos cuenta hasta que un día la imagen que nos devuelve el espejo nos resulta ajena, extraña y ominosa.

Y usted, acostumbrada a ser el centro, conocerá la periferia.

Un día alguien se dará cuenta de que ya no es necesario mantenerla informada de todo.
Un día alguien la hará esperar en el teléfono.
Un día alguien la recibirá con indisimulable fastidio.
Un día, señora, notará que aquella forma de relacionarse con las personas basada en el temor como remedo deforme del respeto, ya no es efectiva. Cosa curiosa el respeto, se obtiene más cuando más se entrega, y usted no ha entregado nada, nunca.
Aquellos a quienes usted ha ofendido, humillado y agraviado en el ascenso, se presentarán a cobrar sus cuentas en la caída.
Porque las lealtades alquiladas no son perennes, señora. Sus propietarios simplemente cambian de inquilino. Cual multitudes de Pedros, la negarán tres veces, o quinientas, si eso dictan las conveniencias del momento. Usted sabe mejor que nadie cómo es eso.

El poder se escurre entre sus manos ahora mismo, señora, y no se detendrá.

Soñará, claro, con un futuro regreso, y tal vez esa esperanza la mantenga a flote por un tiempo.
Pero cuando el periodismo voluble comience a ignorarla, cuando ya no alcance su primer nombre para identificarla en la nota de relleno de una página perdida, sentirá la mordida del miedo.
Ya no será "la Jefa". Será "la vieja". "¿Y ahora que quiere la vieja?" comenzará a escucharse en tono irritado ante cada llamado, cada pregunta, cada exigencia.
Su enfermizo deseo de trascendencia será aplastado en este país donde cada gobernante llega a su puesto con delirios fundacionales.
Cualquier cosa que haya hecho, cualquier legado que pretendiera dejar podrá ser borrado con una firma, con las manos levantadas de los mismos que hasta ayer le juraban fidelidad hasta la muerte.

Usted no será un mito, señora, porque los mitos se construyen a lo largo de los años con la contribución deliberada y constante de muchas personas motivadas por el respeto o la conveniencia. Descartado el respeto, sólo quedará la conveniencia, y rápidamente usted se convertirá en alguien inconveniente.

Quizás entonces se aferre a otra fantasía, la de fundar una dinastía. Pero ¡ay!, los herederos no parecen estar a la altura.

Usted ha cometido un terrible error en su vida, señora: no ha tenido amigos. Y le pesará, porque el refugio de los afectos está reservado a las personas buenas.
Le quedará, si acaso, la familia, suponiendo que sean capaces de soportar su creciente amargura.

Sé que está obsesionada por cómo la recordará la posteridad.
Lo mejor sería que la olvidara del todo, señora.

Porque de otra manera, la única huella que dejará su paso por esta vida, será una nota marginal en la Historia Universal del Fracaso.

Adiós, señora.

sábado, 5 de septiembre de 2015

¿Es cancerígeno, EL MATE?

Por Telésforo (telesforoagarre@gmail.com)

Esta pregunta parte de un informe del año 1991 (siglo 20) de la Agencia Internacional de Investigación Contra el Cáncer (IARC), dependiente de la OMS (Organización Mundial de la Salud) que incluye al mate caliente en la lista de probables cancerígenos.
Esa agencia incluyó al mate caliente (no el tereré) en el grupo de riesgo 2A, por delante de otras infusiones, como el té o el café.
El listado en el que aparece el mate caliente, incluye todo aquello que es “probablemente cancerígeno para humanos”.
El dato coincide con otro estudio realizado oportunamente en Uruguay, que asocia el mate caliente con el cáncer de esófago y destaca que quienes lo toman tienen diez veces más probabilidades de desarrollar esa patología que aquellos que no lo hacen.
Como el estudio charrúa, la Agencia Internacional de Investigación Contra el Cáncer también relaciona al consumo de mate caliente con la posibilidad de padecer cáncer de esófago aunque descarta otras posibilidades como el cáncer de vejiga.
Algunos especialistas destacan que es la temperatura de la bebida y no la planta misma lo que puede representar algún peligro.
Desde el Instituto Nacional de la Yerba Mate, en tanto, descartan las advertencias del organismo internacional y destacan que no hay evidencias de que haya más incidencia del cáncer de esófago en la Argentina o en el Uruguay (los dos países que más consumen mate) que en otras partes del mundo.
Asimismo, desde el Instituto Nacional de la Yerba Mate destacaron que la bebida es rica en vitaminas y minerales y reactiva el sistema nervioso central.
Algo así, dice Evo sobre la coca.