En su libro El mono que llevamos dentro el primatólogo holandés Frans de Waal dedica un capítulo a analizar las relaciones jerárquicas en las comunidades de nuestros "primos genéticos" y llega a la conclusión de que muchos de los usos y costumbres de la política humana tienen ostensibles similitudes con los que rigen las vidas de grandes primates.
Afirma que el poder es el primer motor del chimpancé macho; es una obsesión constante que le proporciona grandes beneficios cuando lo obtiene y una intensa amargura cuando lo pierde; es el mayor afrodisíaco, y además, adictivo.
Según el investigador holandés, los chimpancés machos son capaces de buscar aliados para llegar a una posición de liderazgo, mantener el equilibrio entre éstos y evitar que la masa se rebele. También, emplean la táctica del "divide y vencerás" para lograr la sumisión.
Por suerte, opina de Waal, los humanos también recibimos rasgos de los bonobos, antropoides menos conocidos, pero igualmente cercanos en el plano genético, que se destacan por su ánimo tranquilo y porque prefieren hacer el amor y no la guerra.
¿La solución para que prevalezca una mayor equidad y armonía social, será recuperar al bonobo y reprimir al chimpancé?
Como el trabajo de Frans de Waal habla del chimpancé macho (excluye a la hembra), cabe también la siguiente pregunta: ¿la emergencia de la mujer en las esferas de poder tenderá a la pacificación, la armonía y el bienestar humano?
Tal vez, aunque el dedito levantado, el reto siempre listo y la cara con
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