Ya sabemos: todos opinan como si supieran. Para algunos, es consecuencia de la ley del divorcio y del matrimonio igualitario; para otros, fruto del abandono y desgobierno imperantes; otros dicen que son los ardores de la primavera y los calores del verano que se aproxima. Dios sabrá.
Lo cierto es que la furia, la violencia y el descontrol se apoderaron (un sábado a la tarde) de la amplia, arbolada y acogedora rambla de calle 72 entre 116 y 117, en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires.
Todo empezó con un loro, siguió con vecinos enfurecidos, un perro de importantes dimensiones y pésimos antecedentes que atacó a varias personas, piedrazos y disparos de armas de fuego.
A las 17 horas del caluroso sábado, una decena de jóvenes jugaban al fútbol en la mencionada rambla.
De pronto, los jóvenes vieron un loro arriba de un árbol e intentaron bajarlo. Pero como el animal se fue volando hacia otro árbol más alto, siguieron jugando al fútbol.
Minutos más tarde, apareció en el medio de la cancha un hombre que vive enfrente, con un feroz perro (atado a una soga) a quien le daba órdenes para que atacara.
Dos hombres, de alrededor de 30 años, ingresaron a la escena del conflicto y el perro mordió a uno de ellos en la mano derecha, ocasionándole un corte profundo.
Las agresiones se incrementaron: los peloteros, que temían al perro, al ver el hombre herido comenzaron a arrojar piedras contra el vecino y su perro.
La situación no se aplacó. Aparecieron otros tres vecinos, amigos del dueño del perro, con una escopeta, una pistola y una carabina y dispararon sus armas hacia cualquier lado como en las películas del far west.
Otro grupo de jóvenes, que se encontraba jugando al fútbol en la cercanía, se incorporó a la gresca arrojando piedras contra los vecinos que estaban armados.
En medio del caos, una silla se estrelló en la cabeza de un adulto masculino, mientras los gritos, las piedras y los ladridos de otros perros que se sumaron al combate enfatizaban la furia y la vehemencia.
A las 18 horas, se escucharon las sirenas de móviles policiales y de una ambulancia.
La zona fue retomando la calma; los heridos fueron trasladados al Policlínico General San Martín y el perro protagonista a la comisaría del barrio.
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