Por
Ángeles Espinosa
"Se
nos están acabando las provisiones; quieren matarnos de hambre hasta que
claudiquemos", asegura la princesa Sahar, quien estima que a ella y a su
hermana Jawaher sólo les queda una semana de comida. Junto a otras dos hermanas
denuncian que su padre, el rey Abdullah de Arabia Saudita, las mantiene encerradas desde hace 13 años. Sus carceleros son 4
medio hermanos.
Pese a ese largo confinamiento, el velo de
su inverosímil historia recién se corrió en las últimas semanas y se movió con
más fuerza en ocasión de la visita de Barack Obama (presidente de USA), que
viajó para entrevistarse por otros asuntos con Abdullah, y a quien la madre de
las princesas pidió que intercediera para su liberación.
Sahar, de 42 años, y Jawaher, de 38, viven juntas en un destartalado
chalet dentro del complejo palaciego de Al Murjan. Hace un par de años que no
ven a sus otras dos hermanas, Maha y Hala, a quienes creen encerradas en otra
casa.
Su madre, Alanoud Alfayez, le pidió a Obama
que intercediera en un mensaje a su cuenta de Twitter. "Como madre,
[espero] que sea capaz de liberar a las cuatro hijas detenidas por su padre, el
rey, hace ya más de 13 años, [cuyo] futuro [se ha] echado a perder",
implora.
Alanoud está divorciada desde 2001 de
Abdullah, con quien la casaron cuando apenas tenía 15 años. Hoy tiene 57 e hizo
pública la situación de sus hijas al ver que el tiempo pasaba y no lograban
encontrar una salida.
"Estamos
bajo arresto domiciliario absoluto, siguen sin dejarnos salir y ni siquiera nos
ofrecen comida, que en cualquier caso rechazaríamos porque en el pasado nos han
puesto drogas en el plato", relata Sahar a El País vía Internet.
Hasta ahora, Sahar y Jawaher podían salir a
comprar alimentos y otras necesidades cada dos meses, pero a raíz de que El País
intentó visitarlas el pasado día 16 enero, las mujeres vieron rechazada su
solicitud. Desde entonces, sólo comen una vez al día.
"Hice
pan con algo de harina que nos quedaba, tenemos un poco de queso y fiambres;
también algunas latas, pero sólo funciona el aire acondicionado de una
habitación y las conservas se están arruinando", relata Sahar, quien a
pesar del encierro consigue mantener el contacto con el exterior a través de
una línea de celular extranjera. Más
grave resulta la escasez de agua porque la de la canilla "no es potable en Arabia Saudita" y
apenas les quedan unas botellas.
En Arabia Saudita, las mujeres están
sometidas a la tutela legal del padre o el marido, sin cuyo permiso no pueden
salir de casa, estudiar, trabajar o incluso ser intervenidas quirúrgicamente.
Sahar y Jawaher han convertido la atención mediática por su caso en una
plataforma para denunciar los abusos de los derechos humanos en su país. Esta posición de denuncia, entre otras, fue el disparador
de la situación actual.
"La
única solución es que la opinión pública presione a los [responsables]
sauditas. Tenemos muchísimos presos de conciencia que tienen que ser liberados",
concluye Sahar.
[Material recuperado de El País de Madrid, reino de España.]
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