Por Telésforo
Artistóteles fue el primero en afirmar la posibilidad
de que las cualidades de todos los amantes de una mujer puedan transmitirse a
los futuros hijos de esa mujer aunque ellos no sean quienes los engendran.
August Weismann, en el siglo 19, llamó a
esta teoría TELEGONÍA. (Telegonía: del griego TELE = lejos y GONOS= simiente).
La teoría postula que la descendencia de una hembra y un macho puede
presentar características de otro macho que se hubiese apareado, anteriormente,
con la hembra.
Durante muchos siglos, particularmente en la Edad Media, la creencia
en la TELEGONÍA estaba muy arraigada en la sociedad mediterránea. Es una de
las razones por las que no se aceptaba el casamiento con una divorciada y que
los reyes, para garantizar la pureza del linaje, sólo se relacionaban con
vírgenes, en cuanto a establecer descendencia legal se tratara.
Alrededor de 1821, en Inglaterra, se presentaron
casos que avalaban esta teoría en animales no humanos.
Experimentos posteriores desecharon esa
teoría.
Un informe titulado “Re-visitando la telegonía: las crías
heredan una característica adquirida de la previa pareja de su madre”, de la Universidad del Norte de Gales, señala
que, al menos en “la mosca de la fruta”, el tamaño de las crías estaba
determinado por el tamaño de la primera relación de las mismas, no del auténtico progenitor.
Aunque aún estamos muy lejos de desentrañar
alguna correlación en otros animales como los mamíferos, no digamos ya en el ser humano, no
descartan dicha posibilidad y también recuerdan que, debido a que la TELEGONÍA
fue descartada como mera superstición, no existen investigaciones (rigurosas y
modernas) desde ese enfoque.
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