sábado, 14 de marzo de 2015

POSMODERNIDAD

Por Elétor (hectorco@infovia.com.ar)
Con la preposición ´pos´ o ´post´, designamos lo que está  “detrás”  “después de”.
En este caso en particular, nombramos a un período que viene después  de la modernidad.
No hay discrepancias en aceptar que se están experimentando cambios profundos en las condiciones del pensamiento que afectan nuestra existencia y que resultan de difícil interpretación debido a la complejidad de causas que la han provocado.
Pero es ineludible preguntarnos  ¿Qué características tiene la modernidad que la diferencia de la posmodernidad?
Si queremos  penetrar en sus fundamentos  y no quedarnos en lo meramente dicho, debemos recurrir a la ontología, en tanto ella es la que posibilita una interpretación de nuestra condición o situación en el ser.
(Debo aclarar que  este análisis  esta basado  en la interpretación que hace Gianni Vattimo de la posmodernidad a partir de una exégesis  del pensamiento de Nietzsche y Heidegger.)
Un primer rasgo digno de resaltar para caracterizar a la modernidad es el que señala Vattimo: “la idea de la historia del pensamiento como progresiva  iluminación”.
El pensamiento moderno se mueve en una atmósfera de apropiaciones y reapropiaciones de los fundamentos. Es la época en que las revoluciones (sean teóricas o políticas) se justifican a partir de “recuperaciones, renacimientos, retornos”.
El ser no se concibe como fijo y estático, sino que evoluciona y se historia. Es la época en que predominan las explicaciones  históricas no sólo en el ámbito humano sino que también alcanza al plano de la naturaleza.
Surge también la idea de progreso. Pero junto  a ese rasgo hay que señalar el predominio de la idea de valor,  tanto que, como señala Heidegger,  en  la modernidad, el ser se transmuta  en  valor. Hay todo un proceso y un olvido del ser por parte del hombre. Esa aniquilación  del ser en valor lo convierte en un ser exclusivamente que valora. 
Estamos en el tiempo donde  se experimenta con sobrecogimiento la devaluación de los valores supremos que estaban sustentados en el valor supremo, Dios.
Nietzsche es el que lanza la tremenda frase: “Dios ha muerto.” Si Dios ha muerto, los valores sustentados en ese valor supremo dejan de tener un fundamento. Se hace la experiencia de su devaluación. Ya el hombre no tiene necesidad de saber sobre las causas últimas. Es uno de los rasgos que caracterizan a nuestra época, Nietzsche le puso un nombre: nihilismo.
Es la época donde el ser se disuelve en la nada. Vattimo  ampliando esos aspectos entiende por nihilismo “la transformación del valor de uso en valor de cambio”, y sigue diciendo “no se trata de que el nihilismo sea que el ser esté en poder del sujeto sino que el ser se haya disuelto completamente en el discurrir del valor”.  
Las cosas y el saber no son considerado en su ser, según su esencia, sino en lo que valen  como valor de cambio.
El  trabajo, componente esencial de la condición humana como fuente de realización, se encuentra pervertido al  considerárselo una mercancía más en el mercado. 
Hay una pérdida del sí mismo (alienación) que debe ser superada para recuperar la auténtica y verdadera humanidad. La concreción de los logros en la sociedad industrial tardía,   la elevación del nivel de vida a través de una reproducción indefinida de bienes y servicios, debido en gran parte  a  la incorporación en  las fuerzas productivas  de la nueva tecnología  (unido a la experiencia de los fracasos) en la práctica, desbarató la  idea de la  posibilidad de cambio alternativo.
La reapropiación como recuperación del “sí mismo”  y la superación del nihilismo, ya no es pensada desde  el proyecto de la sociedad global, sino como un camino de cada cual, en tanto individuo. 
Se percibe un aire de nostalgia  y una insistencia en la  recuperación del sentido y fines de la existencia, que escapen a lo meramente mercantil, recobrando lo “auténtico y propio”. 
Vattimo dice. ¿No será este el tiempo  de la nostalgia de la reapropiación, nostalgia de Dios, nostalgia del Ontos y en términos  psicoanalíticos como nostalgia  de un yo imaginario que se resista a la peculiar movilidad, inseguridad y permutabilidad de lo simbólico?”

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