Reet Juvertson nació en Montreal (Canadá) en 1950, hija de una familia sueca.
Su infancia, sus estudios primarios y secundarios transcurrieron
normalmente y desde la pubertad demostró un espíritu abierto y aventurero.
En 1969, Reet conoció a John (o tal vez Jean), en Toronto, quien la
entusiasmó para que viajara a la cálida California (USA).
Reet viajó en avión.
Un mes después, Reet envió una postal a su familia comentándole que
había conseguido departamento y que era feliz.
Pasaron los días, las semanas, los meses y los años. La familia de Reet
(respetuosa) supuso que ella había encontrado “su” vida y la estaba viviendo.
En el mes de junio del año 2015, un amigo de Reet la reconoció, mirando
una página web de la policía americana, en el cadáver de una joven mujer asesinada
de 150 puñaladas en ¡1969, en California!
La joven no había sido identificada porque carecía de documentos.
Después, vino la comunicación, la denuncia, los trámites, el ADN y la
confirmación en abril de 2016: la joven mujer asesinada, entre unos matorrales,
de 150 puñaladas en el torso y en el cuello, el 16 de noviembre de1969 era Reet
Juvertson.
La familia (respetuosa) jamás había hecho la denuncia de su
desaparición.
En abril de 2016, algunos elementos cercanos le dieron pintoresquismo mediático al caso de Reet.
En la misma calle (Mulholland Drive, que serpentea las colinas de Hollywood, Los Ángeles, California) donde el cadáver de Reet fue encontrado, pero a casi 5 kilómetros de distancia y 3 meses antes, se había producido el asesinato de Sharon Tate y otras 4 personas en manos de la “familia Manson”.
En abril de 2016, algunos elementos cercanos le dieron pintoresquismo mediático al caso de Reet.
En la misma calle (Mulholland Drive, que serpentea las colinas de Hollywood, Los Ángeles, California) donde el cadáver de Reet fue encontrado, pero a casi 5 kilómetros de distancia y 3 meses antes, se había producido el asesinato de Sharon Tate y otras 4 personas en manos de la “familia Manson”.
Rudolph Pico Delfinus, teólogo del siglo 16, escribe en su tratado “The hell’s geography” (Ch. 4, s. 2, p.16) que la indiferencia es el
territorio más feraz del infierno.