sábado, 23 de abril de 2016

EL PODER DEL SILENCIO



Por Telésforo (telesforoagarre@gmail.com)
El talentoso sanjuanino lo expresó con meridiana claridad: “El hombre es dueño de las palabras que calla y esclavo de las que pronuncia.”
El dilema es que la especie humana necesita y construye en la COMUNICACIÓN.
Asimismo, el individuo no es consciente de que DICE MÁS de lo que cree decir cuando “habla”.
Si la AFIP (ex DGI) buscara la eficiencia, debería analizar más Facebook y menos las vetustas declaraciones juradas.
Facebook me informa cuál es el patrimonio de mi vecina Raquel que anda correteando por Europa y esquiando en los Pirineos. (Gracias por las fotos).
No necesito leer su declaración jurada. Las fotos y una pequeña calculadora me informan con exactitud cuál es su nivel de ingresos. 
También, las redes sociales saben las inclinaciones sexuales de mi vecino Ramón del 4to. 2do.; lo que tal vez ignoran sus familiares y hasta su confesor.
Existen modelos de investigación social que permiten determinar, con un alto grado de exactitud, cuál es el nivel de ingreso de Pedro (el del 5to. 3ro.), analizando sus mensajes en Twitter.
La bronca y el miedo delatan a un usuario de un importante nivel de ingresos.
Por el contrario, el “opinionismo” y lo emocional muestran que Mecha (del 6to. 2do.) anda escasa de recursos.
Los modelos de búsqueda lexemática existen desde la década del 70 (siglo 20) pero en la actualidad, cuando la base de dato se construye a partir de las redes sociales, su eficiencia y precisión es milimétrica.
La informática hace que el resultado de la aplicación de los modelos sea cuestión de minutos.
Millones y millones de habitantes de país, cuentan a través de Twitter y Facebook (para mencionar los espacios más populares) cuánto ganan, sus preferencias sexuales, sus sueños e ilusiones, sus MIEDOS, los productos que consumen, su ocupación, su perseverancia (o no), su estabilidad (o inestabilidad) emocional, su práctica deportiva, sus simpatías y miles de “etiquetas” más.
Los consumidores de estos estudios son los grandes medios de comunicación, en primer lugar. De cerca, los siguen las grandes “marcas” que buscan ampliar y consolidar la clientela. En tercer lugar, está la clase política que necesita saber qué piensa la ciudadanía y qué quiere decir cuando dice lo que dice.
Hoy, cuando un “gurú” de las comunicaciones le informa a un dirigente político que el Papa “en las elecciones” no mueve el amperímetro, no habla desde su anti-papismo ni porque leyó las borras del café.
Estudió una base de datos que abarca (con proyecciones) la totalidad del universo electoral.
Usted, sí, usted es quien le está brindando la información por acción u omisión.
(De cualquier manera, ¡no se suicide!: la historia es impredecible.)

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