Por Elétor
hectorco@infovia.com.ar
Tenía necesariamente que viajar. No me quedaba otra alternativa.
Buenos Aires era el destino. Esa entrevista podría ser la señal que tal vez,
posibilitaría la apertura a nuevos sucesos que dieran otro ignorado sentido a
mi vida, que últimamente, se me aparecía como monótona y aburrida.
El micro comenzó su marcha nocturna. Las luces se fueron haciendo
menos claras e imposibilitaban que se pudiera leer por las consabidas molestias
para la vista. Así
que debía postergar la lectura de las “Memorias
de Adriano” de Marguerite
Yourcenar. Pero antes que la oscuridad
me invadiera alcancé a percibir unas palabras que se grabaron en mi mente “no
perder nunca de vista el diagrama de una vida humana que no se compone, por más
que se diga, de una horizontal y dos verticales sino, más bien, de tres líneas
sinuosas, perdidas hacia el infinito, constantemente próximas y divergentes: lo
que el hombre ha creído ser…y lo que realmente fue”.
Recosté mi cabeza sobre la almohada del asiento y un torbellino de
imágenes se agolparon en mi mente. Algunas de ellas partían acompañadas con un
sabor amargo de una aguda angustia que se religaban con los recuerdos de un
pasado que aparecía como una vaga letanía.
Evocaba situaciones dolorosas que torcieron mi destino y produjeron un
bache entre lo que creía ser en esos momentos
y los condicionamientos que se interpusieron para que dejara ese ser
fantaseado y omnipotente.
Un ser que me había fabricado y que la cruenta realidad se empeñaba en
contrariar, enviándome al desierto de una nada existencial.
Pero los recuerdos no terminaron allí. Otra imagen me vino de
improviso a mi alocada mente: evoqué las aprobaciones sorprendentes de
pensamientos que había utilizado en esas circunstancias; la transformación de una
visión despiadada de la realidad en una nueva posibilidad con renovados
proyectos de vida; lanzarme a la aventura de reconquistar lo que he querido
ser, aunque con otras opciones que no se encontraban en el presunto proyecto
originario.
Como dijo alguien, lo real y lo posible se engarzan en la imaginación,
y agregó: rompen con la categoría de causalidad que su fatalismo anula la
libertad en las supuestas causas y efectos de un determinismo que sofoca la
total imposibilidad de renacer.
Con esas imágenes, permanecí pensando en lo que realmente fui y en lo
que realmente soy en estos momentos y enlacé con la metáfora de las líneas
sinuosas “que se pierden en el infinito”. ¡Una nueva apertura que de modo permanente
nos ofrece el ser!
Respiré hondo, cierta tranquilidad me invadió y el viaje se hizo más
placentero y la expectativa de la entrevista abrió el cauce para una nueva
posibilidad.
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